Opinión: ¿Un Estado vicario?. John Marulanda

De acuerdo o no con el enredado proceso en Cuba, hay que reconocer lo atrevido e inédito de los pasos que Santos se ha arriesgado a tomar con tal de lograr su objetivo de firmar un documento con los cabecillas de las farc.
 
Tales audacias siguen generando no poco malestar e incertidumbre: cada vez que los bárbaros garlan, me veo obligado a tomar un antiácido y cada vez que los voceros del Gobierno nos regañan, debo ingerir un ansiolítico. 
 
Más de la mitad del país se está enfermando de estrés y a la otra mermada mitad, fatigada, ni le va ni le viene. Estamos asistiendo todos, gracias a la mercadotecnia de la paz, a dos procesos simultáneos: el deterioro institucional del Estado y la institucionalización de las farc cuyo próximo movimiento será, a este paso, instaurar una mesa de Ética y Moral como resultado de su Décima Conferencia en La Habana, servida en bandeja por el Gobierno.
 
Tratando de dejar de lado el sentimiento de colombiano y visto el asunto desde la objetividad geopolítica, estos diálogos son de pálido interés internacional frente a problemáticas mayores que preocupan a las potencias y al resto del mundo en la actualidad.
 
Como grupo terrorista las farc son una antigualla de poco interés y su importancia, si alguna, la da su condición de ser un cartel narcotraficante. Lavado de dinero, especialmente en Ecuador y Panamá, vinculación con redes del crimen organizado en toda América, Asia y África y contactos con organizaciones islámicas extremistas, es lo que le da a las farc su perfil internacional; el transnacional se lo dan Venezuela, en paulatino deterioro, Cuba y Nicaragua, angustiadas por el precio del petróleo, y otros personalistas gobiernos regionales.
 
Aunque el gobierno de Estados Unidos ha adoptado la posición políticamente correcta de aplaudir cualquier posibilidad de paz, los cabecillas del cartel están y estarán requeridos por la inflexible justicia norteamericana la cual, muy a pesar de las argumentaciones jurídico-politizadas del fiscal colombiano, mantiene su posición frente a lo del narcotráfico: cansados de pedir, ingenuos, la excarcelación de alias Trinidad, los terroristas tuvieron que guardar su foto.
 
Así las cosas, ¿será Colombia el primer país en aceptar un cartel del narcotráfico como parte de su zoología política legal, configurándose como un narco estado vicario? ¿Se convertirá el narcotráfico en delito político? ¿Qué harán los jueces honrados, que los hay? Y sobre todo ¿Quién responderá por este desaguisado?
 
Mientras los jefazos se reponen en Cuba y acarician su tranquilo retiro o su venidera curul, el resto de su corrompida base insiste en narcotraficar, asesinar policías, sabotear la infraestructura energética y bombardear comunidades. Y las Fuerzas Armadas, debilitándose cada día más.
John Marulanda

Consultor Internacional en Seguridad y Defensa

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