MEDIO AMBIENTE Y ECOLOGISMO.- Alaska y las leyes de Donald Trump a propósito de la caza de animales. Por Clara Patricia Montoya Destacado

En agosto de 2016 y bajo el gobierno de Barack Obama quedó prohibida la caza de animales salvajes como el oso grizzli  que llega a medir de pie hasta 3 metros y el lobo gris de Alaska; animales que viven en refugios naturales, es decir, en terrenos de propiedad federal. En Alaska existen alrededor de 16 refugios naturales protegidos y supervisados por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre en el que depredadores como el oso y sus cachorros, hibernan durante el invierno; sin embargo, las cosas cambiaron en los Estados Unidos y una de ellas, tiene que ver con la protección de estos refugios y sus poblaciones animales. El Gobierno de Donald Trump, levantó las restricciones y de nuevo quedaron en libertad los cazadores de trofeos para matar animales extraordinarios por su aspecto y soberanos de un ecosistema natural misterioso por su gran hermosura,  como Alaska.  
 
El ser humano es el mayor depredador del planeta con su  obsesión de grandeza. Invadimos los espacios y estamos eliminando –entre otras especies- al oso grizzli, clasificado como una especie en peligro. No paramos de probar lo insensibles e ignorantes que somos a propósito de la especie animal de la cual hacemos parte. En Estados Unidos,  Donald Trump y los republicanos hicieron ley  sacando adelante un proyecto, que le permite a los cazadores entrar a las madrigueras de los osos y los lobos, para matar a las madres y sus cachorros, dispararles desde avionetas, atraerlos con comida para lograr una matanza grupal, ponerles trampas y mordazas y atraparlos bajo evidente tortura, en mallas de alambre.  
 
Las áreas naturales protegidas o refugios  son reconocidos mundialmente como zonas que permiten salvaguardar hábitats y especies con el fin de protegerlos –entre otros- de depredadores como son los cazadores, pero para el congresista republicano por el Estado de Alaska, promotor del proyecto que terminó firmado por Trump, Ronald Young,  la eliminación de los osos y los lobos -desconociendo la opinión mayoritaria y contraria de los habitantes del estado que representa- son un asunto de interés nacional.
 
La Asociación Nacional del Rifle (National Rifle Association –NRA-) organización estadounidense para defender el derecho a poseer armas para la defensa personal y para actividades recreativas, apoyó incondicionalmente la ley aprobada por el presidente de los Estados Unidos. Mientras que los protectores de animales como el director ejecutivo de Humane Society, Wayne Pacelle, han rechazado la medida y señalado: “Lo que la Cámara hizo hoy debería impactar en la conciencia de todos los amantes de los animales en América. Si el Senado y el presidente coinciden, veremos muertas en sus guaridas a familias completas de lobos y a osos siendo perseguidos por aviones”.
 
La realidad es que la corta vida que recorremos los que pertenecemos al reino animal, no la tenemos fácil por cuenta de algunos de sus miembros y sus decisiones y, esta vez, la mala fortuna la llevan los osos y lobos de la bella Alaska por cuenta del actual presidente de los Estados Unidos, un hombre que seguramente –nada parece indicar lo contrario-  eleva  sus pasiones y las convierte en ley nacional, por encima de la opinión de los ciudadanos que representa. Donald Trump  y sus hijos son cazadores y miembros activos de la National Rifle Association y así quedó plasmado con vigoroso orgullo en fotos publicadas por Eric y Donald Jr., a propósito de los triunfos logrados en el África donde se le ve a uno de ellos, exhibiendo la cola de un elefante.  Más aún, en campaña Donald papá, dejó claro que “Mis hijos aman cazar. Son orgullosos miembros de la NRA” (…) “Mis hijos son excelentes tiradores, y hacen grandes tiros, les encanta”.
 
Y los hijos del Presidente de los Estados Unidos desde abril, ya no tendrán que ir hasta el África para practicar la caza, porque el padre les aligeró la carga, eliminando las restricciones para la práctica de dicha actividad deportiva, que existían hasta el mes de abril de 2017, en su propio país.
 
Tuve la increíble oportunidad de conocer una pequeña parte de Alaska, Willow. Narrar la hermosura de su cadena interminable de montañas, la paz y tranquilidad de sus lagos, la cantidad de salmones que regresan al río para morir, el extravío que trae para la mirada atenta el interminable bosque de altísimos pinos o contar lo grato que me pareció la juguetona presencia de Jaime una ardillita que ignora su nombre y juguetea muy cerca de la vivienda que tuve el privilegio de ocupar gracias a la generosidad de mi anfitrión, no tendría como toda en Alaska, una manera de tener un justo final; y, es de esta forma, porque en este mundo de montañas, lagos, ríos de azules y verdes colores y animales de grandiosas proporciones, no existe lo finito; todo, en este Estado de los Estados Unidos –por su grandiosidad- no tiene límites.
 
 
 
 
 
Sucede que acepté con algo de temor por la presencia de los osos, caminar con mi anfitrión el abogado alasqueño Liam R,  por el bosque interminable de pinos.  Casi  una hora duró nuestro recorrido y él me habló de estos animales, me explicó que debía hacer o dejar de hacer -sí, acaso- nos encontrábamos con alguno. Ver un oso sí que podía ser una gran experiencia personal, pero rogué que no sucediera en este escenario ni momento; no obstante, admiré con entusiasmo el profundo respeto que Liam les tiene a los osos.
 
 
 
 
 
 
Me explicó que los osos percibían a los hombres como un animal peligroso y por eso lo evitaban; que si lo encontrábamos debíamos hablarle al oso y quedarnos quietos porque de correr, el animal nos asimilaría a una presa y que no era lo mismo tropezarse con un oso que con una mamá osa en tiempos de cuidado y protección de sus crías, porque en estos 2 o 3 años de cuidados maternales, ella es una celosa y agresiva fiera, capaz de matar lo que pudiera poner en peligro a sus cachorros.
 
Es evidente que los lazos afectivos de quienes viven y aman a la bella Alaska recibiéndola con la grandiosidad de su entorno, lo que incluye animales depredadores que para los cazadores son premios de victoriosas faenas,  tampoco tiene fin. Liam me contaba una y otra anécdota y me hacía una y otra recomendación y me narraba una y otra experiencia y todo cuanto me relataba, estaba encaminado a repetirme que NUNCA debía lastimarse un oso, a menos que el escenario pusiera en posición de peligro la vida del depredador más grande, es decir, el hombre. El caminaba tranquilo abriendo paso por el bosque y yo caminaba intranquila mirando para todos lados a la espera de un encuentro que tal vez  –con buena suerte- recordaría el resto de mis días. No obstante, me tranquilizaba saber que el oso no ataca al hombre y que las ocasiones en que esto ha sucedido son en general resultado de una mamá oso que presiente, así esté infundado su presentimiento, peligro para sus crías.
 
Lo osos y los lobos de Norteamérica son como Alaska, enigmáticos e imponentes y  abrir el camino para matarlos -sin restricciones- incluso mientras duermen,  es una triste y lamentable decisión de la era Trump.  Algunas ONG y asociaciones en defensa de los animales en los Estados Unidos emprendieron desde abril una campaña encaminada a combatir las políticas de Donald Trump a propósito de las libertades concedidas para lo que llaman “una matanza” de osos y lobos que habitan los refugios naturales en Alaska,  protegidos bajo la era Obama. Ojalá pronto el mundo entero que reconoce la importancia de estos animales para el planeta, escuche pronto que la medida adoptada por Trump, se reversó.
 
Modificado por última vez en Viernes, 25 Agosto 2017 16:27

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