Que las FARC no reconozcan sus muchos crímenes, que no pidan perdón a sus víctimas y al país, es de suyo grave porque afecta en su base misma el concepto de justicia transicional, uno de cuyos elementos esenciales es la verdad, el reconocimiento de los crímenes cometidos es el primer paso y sólo después vienen los acuerdos.
Así pues, esa actitud de no reconocimiento perjudica enormemente el proceso que se viene adelantando pero es todavía más grave que la organización guerrillera haya resultado ahora descalificando como víctimas a personas que como Clara Rojas, Ingrid Betancurt o el General Mendieta lo fueron realmente durante varios años. Ese es un hecho notorio que con independencia de situaciones de la vida privada de las personas secuestradas -que debe ser respetada-, no puede negarse, el secuestro existió, el delito se cometió y se prolongó en el tiempo, fue un delito continuado, consumado por miembros de las FARC y el carácter de víctimas de las personas injustamente privadas de su libertad es ostensible.
Es evidente que al negar a estas personas su carácter de víctimas, se las hace víctimas de nuevo lo cual es incomprensible en el curso de un proceso en que se busca la reconciliación. Los delegados de la guerrilla en la mesa de negociaciones de La Habana deben pensar en esto, han de revisar estos criterios si verdaderamente creen en la paz.