Opinión: ¿Desembarcará en América Latina el Estado Islámico?. Por John Marulanda. Destacado

18 Nov 2015
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Si ya Hezbolá está bien establecido en toda la región, y con vínculos con grupos delincuenciales, ¿por qué sus contrapartes sunitas no se acercarían también?

 

Los atentados de Paris se perciben en Latinoamérica con diferentes matices. Desde Colombia, país acostumbrado a masacres similares por parte de los grupos terroristas FARC y ELN, la mirada es de curiosidad con ese tonito de “yo ya sé que es eso”. Brasil piensa en sus juegos Olímpicos y México en sus fronteras, ya que aparece en el lugar 19 de los países de donde provienen los extranjeros del Estado Islámico (EI).
 
Para los 650 millones de cristianos de la región, es una guerra lejana y ajena. Difícil que el Califato se imponga cuando ya estamos bajo la tutoría del Papado. Desde aquí, desde Buenos Aires, los hechos parisinos generan cierta inquietud. A principios de este mes, la prensa difundió una amenaza terrorista de Al Qaeda del Magreb centroafricano contra centros comerciales capitalinos; algunas multinacionales tomaron discretas medidas preventivas, y a los pocos días tres falsas alarmas de bombas, hicieron evacuar el Congreso e instalaciones gubernamentales.
 
“Todo es parte de esta campaña política que está caliente. El miedo siempre vende” me dijo un analista político mendocino. La realidad es que  Argentina ha sido el único país en América Latina en sufrir dos atentados de extremistas islámicos, en contra de la embajada israelí (1992) y en contra de la mutual judía AMIA (1994) ambos en Buenos Aires. La extraña muerte del fiscal Alberto Nisman, en enero de este año, revolvió esos incidentes, recordándole a los argentinos que la mayor colonia judía del continente reside en su suelo y por lo tanto, son un potencial blanco de los radicales islamistas.
 
Mientras el Estado Islámico (EI) consolida su territorio y anuncia golpes a Europa y Norteamérica,  las acciones de musulmanes extremistas  son relativamente pocas por estos lares: en 2009, Jammata al Muslimeen intentó un golpe de estado en Trinidad y Tobago; en 2011, el plan de asesinato del embajador de Arabia Saudita en Washington se organizó con la participación de un miembro del cartel de Sinaloa y en febrero de este año, los autores de una intrusión informática al ministerio de Defensa de Chile, se autoproclamaron del EI.
 
Quien se ha hecho notar en Latinoamérica por su actividad, además de los dos bombazos de Buenos Aires, es la organización extremista chiita, que apoyada por Irán y apadrinada por Venezuela, merodea en estos territorios. En 2005, la policía ecuatoriana arrestó tres paquistaníes de una red de narcotraficantes, que recaudaban fondos en Suramérica para la estructura chiita; en 2013, el hijo del presidente de Surinam fue condenado en Estados Unidos por sus actividades narcotraficantes y su apoyo a una red de Hezbolá en el Caribe; en 2014, la policía brasileña denuncio públicamente la relación entre esa organización extremista y la red de crimen organizado Primer Comando de la Capital (PCC) y un libanés, miembro de Hezbolá, fue arrestado y condenado en Lima por llevar explosivos.
 
El narcotráfico, como en el caso de las FARC, sería el principal vínculo eventual del EI con Latinoamérica y, por supuesto, con Colombia
 
En junio de 2015, un diplomático iraní fue expulsado de Uruguay por su vinculación con una falsa bomba colocada contra la embajada de Israel en Montevideo. La presencia de un general iraní, vinculado al atentado de la AMIA, en la inauguración de la Escuela de Defensa del ALBA en 2011 en Bolivia, con Evo Morales a su lado, se agregó a los calurosos abrazos de Chavez con Mohamed Khatami y Mahmoud Ahmadinejad, las relaciones comerciales Venezuela-Irán, las conexiones entre Pdvsa-Banco de Andorra-Irán y millones de dólares que se han desaparecido de las cuentas oficiales, los misteriosos vuelos de Conviasa (Caracas-Damasco-Teherán) y el suministro de pasaportes venezolanos a ciudadanos iraníes detectados cuando intentaban ingresar a Estados Unidos por México y Canadá, todo esto con el patrocinio y coordinación de  Tarek El Aissami, exministro chavista y actual gobernador de Aragua.
 
Según el diario alemán Die Welt, Chávez  firmó en octubre de 2010 en Teherán un convenio para el establecimiento de una base de misiles Shahab 3 y Scud en la península de Paraguaná y en isla Margarita, sede de un creciente asentamiento iraní.
 
El libro Boomerang Chávez, de Emili J. Blasco, es un invaluable documento para conocer la manera cono el gobierno chavista se convirtió en la cabeza de playa de Hezbolá para todo el continente y Alberto Nisman, el fiscal del caso AMIA  “suicidado” en enero de este año advirtió: “hay células dormidas de Hezbolá en Brasil, Chile, Colombia, Guyana, Paraguay, Surinam, Trinidad Tobago, Uruguay y sus contactos en Argentina”.
 
El mayor  intento para el  establecimiento de una franquicia islámica extremista en Latinoamérica, se dio en 2011, cuando Teodoro Darnott, venezolano, pasó del Movimiento Guaicaipuro de Liberación Nacional a Hezbolá Venezuela, de allí a Hezbolá Latinoamérica y terminó organizando la Autonomía Islámica Wayú, al norte de Maicao, ciudad fronteriza colombo-venezolana en la desértica Guajira, dedicada al contrabando y con una mezquita grande. Esta intentona falló pues los indios guajiros prefirieron seguir sin ataduras religiosas.
 
Hablando de mezquitas, en febrero de este año un líder musulmán denunció un segundo ataque a pedradas contra la moderna mezquita erigida frente a la Escuela Militar en Bogotá.
 
La triple frontera Brasil-Argentina-Paraguay, en donde redes de islamistas se dedican a recolectar fondos para apoyar a Hezbolá y otras organizaciones musulmanes,  es otro foco de interés de todas las agencias de inteligencia.
 
Una preocupante noticia de enero de este año, del periódico Al Massae Morocco Newspaper, informó del vínculo entre las FARC y Al Qaeda de el Magreb islámico, que cobra el 15% del costo de los cargamentos de cocaína del grupo terrorista colombiano para asegurar su paso a través de Argelia, Mali y Mauritania rumbo a Europa.
 
El narcotráfico, como en el mencionado caso de Washington y en el caso de las FARC, sería el principal vínculo eventual de EI con Latinoamérica y por supuesto con Colombia, primer productor de cocaína del mundo; además, este subcontinente ofrece buenos refugios y suficiente corrupción para esconder o proteger a sus cabecillas, como los nazis en su momento.
 
Teniendo en cuenta que su enemigo Hezbolá ya está en la región ¿Vendrá el sunita EI por estos rincones?. Las derivas que pueda tomar el islamismo en Latinoamérica, de menos de un millón de fieles, no son fáciles de predecir, pero el ominoso llamamiento de los radicales no se puede desdeñar: “…Hezbollah Venezuela salva responsabilidades ante Alá… por eso hacemos valientemente un llamado a los musulmanes latinos… para que combatamos contra Satán U.S.A y sus aliados en territorio latinoamericano… Que atacaremos todo objetivo de interés norteamericano en América Latina, y todo objetivo de interés israelí… Hezbollah llama a la Yihad (guerra santa) en América Latina contra U.S.A y sus aliados…”
 
Fuente: EL Canal. Blog del Panam Post. 
John Marulanda

Consultor Internacional en Seguridad y Defensa

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