Opinión: EL ENEMIGO NO ES EL PUEBLO. Oscar Eduardo Borja Destacado

Opinión: EL ENEMIGO NO ES EL PUEBLO. Oscar Eduardo Borja Imagen: La Voz del Derecho

La decisión de combatir el régimen por medio de las armas, rompe con el principio de legalidad, transgrede la constitución, el derecho y la ley, pero ha sido una práctica usual en la historia de la humanidad y de nuestro país.

 

Mediante un comunicado proferido desde la clandestinidad, los militantes  de las disidencias de las FARC manifestaron su intención de retomar las armas, sin embargo no deben olvidar quienes obtén por el camino de la guerra que el enemigo no es el pueblo, que los colombianos hemos afrontado un siglo de guerra, que nos liberamos de la corona española para matarnos entre godos y liberales, para terminar en medio de una guerra por el control del narcotráfico. 

Si es verdad que las  disidencias de las FARC tienen un ideal político en el cual figuran como los enemigos del régimen y de la oligarquía, como lo manifiestan en su comunicado; deben sacar al pueblo, la población civil, el campesino, el soldado y  los policías del conflicto, debido a que no son los enemigos de la democracia; los enemigos de la democracia están claramente identificados y todos saben dónde ubicarlos, el verdadero enemigo del pueblo y de la democracia es   la corrupción y se encuentra atrincherada en las más altas cortes, en el ente investigador, en la cúpula de las fuerzas militares, en los ministerios y en los cargos de elección popular, se han paseado por los más elevados cargos desde el distrito capital hasta el más pequeño de los municipios, quienes han hecho tanto daño hoy se encuentran gozando de privilegios como penas blandas, libertad por vencimiento de términos y prisión domiciliaria. El cohecho, el soborno, las coimas, las obras inconclusas, los elevados impuestos, los contratistas que no terminaron sus obras o las hicieron por debajo de los estándares de calidad son los enemigos del pueblo; la ignorancia y el desconocimiento de la constitución son sus protectores. 

Que las armas de la beligerancia no sean disparadas contra inocentes víctimas, que las cargas de dinamita no destruyan los oleoductos contaminando los ríos, que no se vuelen los escasos y costosos puentes que llevan los alimentos a las más lejanas y apartadas poblaciones. La guerra no es contra el pueblo, la guerra es contra la corrupción, contra la pobreza, contra la ignorancia, contra los saqueadores de alcaldías, de gobernaciones y de ministerios.

A los disidentes de las FARC, si piensan retomar las armas,  miren bien contra quienes las van a usar, saquen a la población vulnerable y pobre del conflicto,  identifiquen a los enemigos de la democracia y dirijan sus acciones contra los destructores de la paz, no contra el pueblo  que tanto la añora.   

Llegar al poder con las manos untadas de sangre es imposible, la lucha armada como mecanismo de rebeldía no dará resultado si se atacan a personas inocentes,  los crímenes de lesa humanidad no tienen lugar en un Estado Social de Derecho. El intentar la libertad de la opresión con la sangre de inocentes, convertirá al disidente en alguien peor al opresor. 

 

N. de la D - Las opiniones de nuestros columnistas y colaboradores, en ejercicio de su libertad de expresión, no comprometen los criterios editoriales de esta página.

 

Nuestras redes sociales:

Facebook: https://www.facebook.com/EmisoraLaVozdelDerecho   

Twitter: https://twitter.com/LaVozDelDerecho

Youtube: https://www.youtube.com/c/lavozdelderecho1

Instagram: https://www.instagram.com/emisoralavozdelderecho/

 
Modificado por última vez en Jueves, 29 Agosto 2019 15:43
Oscar Eduardo Borja Santofimio

Abogado especializado en Derecho constitucional y procesal de la Universidad Libre, radicado en la ciudad de Cartagena de Indias, fundador de la firma BORJA ASOCIADOS.   

Email Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Acerca de Nosotros

Nuestro propósito es aprovechar la tecnología en beneficio de la divulgación, el análisis, la controversia, la verificación de los grandes asuntos en que aparece el Derecho, en cualquiera de sus ramas; los procesos judiciales de trascendencia y los más importantes debates y acontecimientos.