Según se ha anunciado, se reúne hoy la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia para cumplir su función constitucional en lo que corresponde a la elección del Fiscal General de la Nación.
Pero la tarea de la Corte no podría ser más difícil, no porque la excelencia de los candidatos -como debería ser- lleve a los magistrados a tomarse su tiempo para escoger al mejor entre los mejores, sino al contrario: porque los tres candidatos tienen problemas, que son bien conocidos de la opinión pública.
Infortunadamente, hay graves denuncias contra dos de los candidatos; grabaciones muy desagradables en el caso de uno de ellos, y gran insatisfacción de los magistrados desde el punto de vista de conocimientos y experiencia de la tercera candidata en razón de la deplorable exposición pública de hace pocos días.
Ante esta situación, lo más indicado -desde el punto de vista de la posición individual de un magistrado- consistiría en votar en blanco, por no estar convencido, a conciencia -y en esto la conciencia del elector es muy importante- acerca de las calidades de ninguno de los integrantes de la terna enviada por el Presidente de la República, para ser Fiscal General de la Nación.
Digámonos la verdad: el Presidente la elaboró teniendo por único criterio, no las hojas de vida, sino la mayor o menor cercanía de los candidatos a sus afectos.
Aunque, recién presentada la terna y antes de los escándalos, el Presidente de la Corte había dicho que nadie había pensado en devolverla, lo cierto es que, en las actuales condiciones, eso sería lo más aconsejable. Se trata, ni más ni menos, de seleccionar para cuatro años a quien ha de tener a cargo la conducción del ente investigador; que ejercerá la acción penal a nombre del Estado colombiano; de perseguir el delito; de orientar la actividad estatal enderezada a la sanción de los infractores de la ley penal; de velar por la aplicación estricta y eficiente de la ley penal.
No es cualquier elección. No puede ser escogido el titular de la Fiscalía de manera irresponsable. Si ninguno de los candidatos ternados lo merece, ninguno debería ser elegido, pues ello le causaría grave daño a la sociedad.
No se le debe rendir culto al criterio formalista según el cual no se puede devolver la terna.
Sí se puede, y se debería devolver, para dar lugar a que el Presidente de la República tenga la oportunidad de reintegrarla con nombres idóneos para tan importante cargo.