Nadie se extrañe por lo ocurrido el pasado domingo en las elecciones españolas. La actitud del pueblo frente a quienes venían orientando el Gobierno era perfectamente previsible desde el momento en que Aznar decidió autoritariamente apoyar a Bush en la invasión a Irak, contra la expresa voluntad de las grandes mayorías, que en todos los tonos e inútilmente quisieron evitar la participación de España en esa absurda confrontación, cuyos efectos de muerte y destrucción se prolongan en el tiempo.
Si a lo anterior agregamos la precipitud del Ejecutivo en negar cualquier posibilidad distinta a la responsabilidad de la ETA en los atentados del 11 de marzo, y la manipulación que se quiso hacer de los medios informativos, para canalizar el dolor y la rabia de los españoles hacia un apoyo electoral para el Partido Popular sobre la base de que era el único que con mano dura podía enfrentar al terrorismo, tendremos el resultado de una opinión que no se dejó confundir y que, por el contrario, se expresó con fortaleza en manifestaciones impresionantes, el viernes 12 contra el terrorismo, el sábado 13 contra las actuaciones engañosas del Gobierno y el domingo 14, en las urnas, contra la circunstancia colectiva de una nación avocada a la venganza extremista de Al Qaeda por haber respaldado España las guerreristas políticas de Bush. Cuenta de cobro.
Así las cosas, ha ganado la elección el partido socialista de Zapatero, que sin perjuicio de expresar con claridad su oposición al terrorismo y a la violencia, y su compromiso con la Democracia y el Estado de Derecho, revisará seguramente la política exterior hispana, para recobrar la autonomía de ese país frente a los Estados Unidos y para trabajar en áreas distintas, como las sociales, que no correspondan a la actitud agresiva e imperativa de la extrema derecha que lideraba José María Aznar y que aspiraba a perpetuarse en el mando.
Si las situaciones no cambian radicalmente, merced a hechos políticos trascendentales, es casi seguro que George Bush corra la misma suerte electoral de Aznar y que sea John Kerry el próximo Presidente de los Estados Unidos, con una tendencia moderada, según la cual tampoco comparte los ímpetus bélicos del actual mandatario, y que muestra preocupación por los problemas sociales y económicos de los norteamericanos. Otra cuenta de cobro.
Ojalá así sea, para ver si salimos de la actual polarización, generada por gobernantes sicópatas.
En lo que hace a nuestro país -al que también, inconsultamente, metió Uribe en el conflicto de Irak, para obtener apenas las felicitaciones fanáticas de Bush-, el conflicto existente habrá que mirarlo bajo perspectivas distintas de la pura guerra. Y, en aspectos tan vitales y actuales como la urgente liberación de las personas secuestradas, deberá el Gobierno explorar con seriedad las posibilidades de un acuerdo humanitario.
El actual Presidente, si quiere la reelección, deberá recordar el refrán: “Cuando las bardas de tu vecino veas arder, pon las tuyas en remojo”.