Uno de los más caracterizados voceros del uribismo y del gobierno, vinculado por parentesco cercano con el primer mandatario, el doctor Mario Uribe Escobar, ha hecho públicamente una propuesta que resulta sorprendente y preocupante en alto grado, desde el punto de vista de la vigencia del Estado Social y Democrático de Derecho: la de que, con independencia de lo que falle la Corte Constitucional sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad del Acto Legislativo número 02 de 1994, los partidarios de la reelección del actual Presidente para el período inmediato voten por él, no importa el mecanismo ni el procedimiento.
El mensaje implícito en esa declaración, dirigido a todos los colombianos, consiste, ni más ni menos, en que todo lo que se ha venido haciendo, desde el proyecto de modificación constitucional en la mitad del período, pasando por la aprobación del Acto Legislativo por el Congreso (en medio de denuncias jamás aclaradas sobre compra de conciencias, y con el reconocimiento oficial de que las embajadas de Colombia se llenaron de familiares y amigos de los congresistas que favorecieron con su voto la iniciativa), hasta la tramitación que hoy se surte ante la Corte Constitucional de numerosas demandas contra la reforma, no ha sido más que una comedia, pues, pase lo que pase, y arrasando con todo, el Presidente tendrá que ser reelegido, según sentencia ya dictada por sus más cercanos colaboradores.
La actitud reflejada en semejante idea, que implica en el fondo el anuncio de lo que podría ser un golpe de Estado desde el Gobierno, es la del jugador que se aviene a las reglas del juego en que participa mientras los resultados del mismo le sean favorables, pero que no duda en quebrantarlas, o en acudir a la trampa o al “conejo”, si la partida le es adversa. El mal jugador que -como decía Álvaro Gómez- “rompe las cartas cuando pierde”.
Esa actitud muestra el talante de algunos, para quienes el sistema democrático es apenas un tinglado que se usa para trasmitir al público la sensación de transparencia mientras se gana, pero que puede desaparecer con facilidad y ser desconocido cuando se pierde. Todo dentro del criterio, hoy predominante en las esferas oficiales de la Nación, según el cual “el fin justifica los medios”.
En otras palabras, los áulicos del actual gobernante defenderán e invocarán el fallo de la Corte si declara la validez constitucional de la reelección, y en esa hipótesis habrán de proclamar a voz en cuello que el Presidente será reelegido dentro de clarísimas reglas democráticas, aparte de que entonces ese tribunal, según el enfoque triunfador, será modelo de rectitud y juridicidad.
Pero, ellos mismos anuncian desde ahora que si acontece lo contrario, es decir si el Acto Legislativo es declarado inexequible, no respetarán la sentencia, ni se acogerán a los dictados esenciales del Estado de Derecho, y pasarán por encima de la Constitución para alcanzar el cometido buscado, que tiene nombre propio y contenido específico: la continuidad de Uribe en el poder, contra viento y marea.
Y no se diga que el modelo a seguir es el de la séptima papeleta, al que acudieron en buena hora los estudiantes universitarios en 1990 para propiciar la reforma de la Constitución, ya que en ese momento no estaban regladas las modalidades de modificación de la Carta Política, como sí lo están en el Ordenamiento de 1991, por lo cual la disculpa del Senador Uribe no deja de ser otro sofisma, entre los muchos a los que hoy acuden los dueños del poder político dominante.