¡VOTAR!

23 May 2006
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Respeto mucho, aunque no comparto, el gusto de algunos columnistas por señalar a sus lectores el nombre del candidato por el que deben sufragar, o por quién no deben hacerlo.

 

De todas maneras, es bueno que quienes contribuimos a formar la opinión y presentamos elementos de juicio sobre los distintos asuntos de interés colectivo  -lo que se expresa en las columnas influye de alguna manera-  incentivemos, suministrando razones, una actitud ciudadana positiva hacia el voto. Se trata de emplear argumentos para convencer a los potenciales sufragantes acerca de la necesidad de participación de todos para la conformación de la voluntad democrática, con independencia del sentido en que se exprese.

 

Ahora bien, las elecciones no se pueden llevar a cabo, como ha ocurrido en los últimos años, sobre la base de encauzar los votos de la mayoría contra uno de los aspirantes, más que a favor de otro. No han sido concebidas para derrotar a alguien sino para ganar el favor popular con base en los propios merecimientos, y con ideas y programas.

 

Si algo hay quederrotar en las elecciones es la abstención, que ha mostrado altos niveles en los últimos comicios y que  -dígase lo que se quiera-  socava y debilita en buena parte la legitimidad misma del sistema político, y de todas maneras  -para el ganador-  hace precario su triunfo.

 

En efecto, como ya lo dijimos respecto a las elecciones de Congreso, se aprecia una preocupante tendencia a la abstención, lo cual en realidad significa que sobre el futuro próximo de las corporaciones públicas y de los gobiernos  -nacional, seccional y local-  decida una minoría. La mayoría, silenciosa, no hace uso de su derecho; no toma parte en las decisiones; se diría que se acoge  -a título de desinterés o de mal entendida protesta-  a lo que resuelvan los que sí participan.

 

El ordenamiento jurídico, para dar curso al descontento que en muchos sectores pueda existir sobre los candidatos  -es decir, al ciudadano no le agrada ninguna de las opciones-,  ha presentado la alternativa del voto en blanco, que permite de una manera mucho más clara que la abstención  -ella nada  dice en sí misma sobre las razones del abstencionista-  expresar la idea de no aceptación de quienes aspiran a ser elegidos.

 

Incluso, la Constitución otorga hoy al voto en blanco, si es mayoritario, la consecuencia de ocasionar la repetición de las elecciones con nuevos candidatos. De modo que, si se trata de protestar, allí se tiene una vía.

 

Pero votar, en cualquier sentido  -no abstenerse, no ser indiferente-  es un deber de todo ciudadano con el país y con la democracia.

 

Por eso, más que recomendar a uno de los candidatos  -todos los cuales merecen nuestro respeto y por distintas razones exhiben títulos suficientes para aspirar a la jefatura del Estado-,  quien esto escribe recomienda a sus lectores votar por uno o por otro, o en blanco, pero votar.

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
Elementos de Juicio

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