La inteligencia en un hombre sin carácter es como la belleza en una mujer sin virtud: un elemento más de perdición.
Esto decía Vargas Vila hace más de 100 años; y esto es lo que practican hoy los altos funcionarios del Estado, especialmente aquellos llamados a controlar y vigilar la conducta de quienes tienen el poder en sus manos para hacer y deshacer.
Todo el mundo se ha ido, y con razón, contra el nuevo Procurador General (de cuyo nombre no quiero ni acordarme), por haber absuelto a los ministros que compraron la conciencia de Jidis Medina para que votara la reelección del presidente Uribe en el 2006.
Y las unidades de investigación de los medios de comunicación prontamente encontraron el proyecto de fallo que había dejado listo para promulgar el Procurador saliente ( de cuyo nombre no vale la pena ni acordarnos), y al hacer la comparación encontraron que bajo los mismos argumentos, el uno había encontrado méritos para acusarlos y sancionarlos y el otro no.
Eso me recuerda un pasaje de hace más de 30 años cuando fue nombrado por el entonces presidente López Michelsen (19741978) como ministro de Agricultura, al querido pájaro del Valle, Cornelio Reyes. El mismo día de la posesión, el Congreso lo citó a un debate sobre la reforma agraria, porque cuando eso, al menos, se admitía en debate público la necesidad de propiciar una redistribución de la tierra en Colombia como elemento sustancial para alcanzar la tan anhelada paz que desde entonces, y desde mucho antes, y quizás por muchos años más, seguiremos buscando enloquecida y alocadamente.
Pues, bien, Cornelio llegó al Despacho y pidió a sus asesores un informe sobre el estado de la Reforma Agraria, advirtiéndoles que lo necesitaba para lo más pronto posible. Los asesores salieron disparados a cumplir la orden del nuevo ministro, pero uno de ellos, muy acucioso, se detuvo en seco y mirando fijamente al ministro le preguntó: Ministro, cómo quiere el informe: favorable o desfavorable?
Quizás, como el presidente Uribe quería que el fallo sobre los ministros de su despacho en el caso de la Yidispolítica fuera favorable, urdiera el nombramiento de un Procurador obsecuente como el actual, cuyo nombre, de verdad confieso, no me acuerdo y tampoco tengo interés de averiguarlo.
Y eso que no está bien, es al menos comprensible, pues, cada quien tiene derecho a defenderse, inclusive a riesgo de que en el intento pueda resultar más hundido. Lo que uno no puede comprender es que el Procurador saliente, de cuyo nombre sí me acuerdo pero prefiero ignorarlo, quien se las daba de muy independiente y hasta crítico del actual régimen, se hubiera abstenido de expedir el fallo antes de entregar el Despacho.
Eso fue falta de carácter.
Pero así son. Lo mismo va a pasar con el actual fiscal, el meloso Iguarán. Veremos que faltando tan pocos meses de dejar el cargo, y al igual que su antecesor, con una jugosa embajada a la vista, no se le medirá a perderla enjuiciando a los ministros que, y gracias a su criminal gestión, lograron recetarnos cuatro años más de Uribe.
Y otro tema que dejará a su sucesor, que al igual que el nuevo Procurador será buscado como anillo al dedo por el presidente Uribe, será el de las vulgarmente llamadas chuzadas del DAS que en el lenguaje convencional internacional es el criminal espionaje que este gobierno venía haciendo y seguirá ejerciendo en nombre de la seguridad democrática, contra todos aquellos que se opongan a sus designios dictatoriales.
En verdad os digo que la falta de carácter de nuestros altos gobernantes y dirigentes (hombres y mujeres), nos ha convertido el país, como lo sugiere Vargas Vila, en una casa de putas; y lo malo es que una especie de impunidad social tiende un manto de perdón y olvido sobre todas sus actuaciones.