NADIE SE MUERE LA VÍSPERA

09 Ene 2009
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Están enterrando a un muerto vivo.
Desde distintos centros de pensamiento, incluyendo a los más caros deudos, se echa la extremaunción al neoliberalismo.
Y se traen afortunadas citas, de esas que los periodistas cazamos en titulares como la de que el colapso financiero de USA y CIA viene a ser al capitalismo como al comunismo fue la caída del Muro de Berlín.
Pues, siento aguarles la fiesta. Ni el neoliberalismo ha muerto ni la caída del Muro ha significado la muerte del comunismo como ideología de vida política y social.
Tengo por dado que toda muerte es el olvido. Uno realmente se muere cuando ya nadie lo recuerde. Ni siquiera los parientes. Mientras se tenga en alguna parte del mundo un vestigio de nuestro paso por este mundo, ahí estamos vivos.
Y esto que es válido para la persona lo es también para la sociedad. Por eso recordamos a personas como Jesús, que acaba de nacer, o sociedades como la griega que pasaron por aquí hace miles de años y siguen viviendo y renovándose entre nosotros.
Miren, no más, que quienes han dado en enterrar al neoliberalismo, lo primero que tuvieron que hacer fue resucitar a Keynes, algunos de manera tan grotesca como Víctor a Frankenstein.
No se trata ahora de precisar diferencias entre los fantasmas de Keynes y Marx, este último más asustador, y los muy vivos de Stiglitz o Krugman, y agréguele a George Soros, si se quiere, que las hay, y muy profundas.
Por ejemplo, Keynes, en vida, no estaría proponiendo salvar a los especuladores con miles de miles de incuantificables millones de dólares, sino en salvar a la gente con medidas de emergencia social como la prevista en su, y a propósito, extravagante pero certero ejemplo de poner a la mitad de la población a abrir zanjas y a la otra mitad detrás tapándolas.
De lo que tratamos ahora de precisar es que los daños sociales causados por la ola neoliberal de los últimos 20 años son irreparables aunque no irreversibles. Pero mucha agua deberá pasar bajo los puentes antes de que la clase laboral, por ejemplo, reconquiste las que hasta el advenimiento del perverso modelo llamaba “conquistas sociales”:
En el campo económico, ¿cuánto tiempo necesitaremos para que los servicios públicos en Colombia vuelvan a poder del Estado; o para que los fondos de cesantías y pensiones sean de los trabajadores? ¿Y cuántos años para que la política económica del país sea algo así como lo establecido en el gobierno del presidente Carlos Lleras Restrepo en los excelentes y sintéticos términos en que los recuerda hoy en su columna de El Espectador, Cristina La Torre, a quien me remito?
Estas cosechas sociales son de tardío rendimiento, y lo grave de Colombia es que ni siquiera parece haber empezado por abonar el terreno. No al menos en la medida en que siga contemplando con importante probabilidad la reelección de Uribe, el representante más preclaro de la ola neoliberal de los últimos 20 años en Colombia y quien, como tal, mayor despojo social ha provocado en las clase trabajadora y la gente humilde, aunque su acariciante y diminutiva demagogia, haga pensar lo contrario.

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
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