Aunque el Ejército merece felicitación por lo que, con organización y valentía, ha logrado en los últimos años para afirmar la autoridad del Estado, la soberanía y el imperio de las instituciones, le ha hecho mucho daño la oscuridad que rodea el tenebroso asunto de los jóvenes desaparecidos en varios lugares del territorio ya no es solamente Soacha-, y posteriormente hallados enterrados, supuestamente caídos en choque armado con el Ejército, a muchos kilómetros de distancia.
Justificadamente el Comandante del Ejército, el Ministro de Defensa, el Vicepresidente de la República, y ahora el propio Presidente Uribe, se han referido al tema con alarma y preocupación. No es para menos: se trata de hechos que al principio fueron vistos como inconexos, pero que después han sido encadenados por unas mismas características, que les otorga un siniestro hilo conductor, detrás del cual no sabemos qué haya: 1) Desaparecen jóvenes de sus lugares habituales de vivienda o trabajo; 2) Esos jóvenes son de familias pobres, desempleados, necesitados, o mentalmente discapacitados; 3) Aparecen sus cadáveres en lugares distantes Ocaña, o Cimitarra, por ejemplo-; 4) Las muertes ocurren dos o tres días después de reportada la desaparición; 5) Aparecen en fosas comunes, y figuran como dados de baja en combate, enfrentados a la Fuerza Pública.
Se ha hablado de falsos positivos, es decir, de una búsqueda irracional de reconocimiento oficial, o de promoción, por parte de mandos militares intermedios, sobre la base de entregar resultados en cuanto a las operaciones adelantadas contra grupos subversivos. Esos resultados, en una concepción estúpida, se miden en números de bajas, o sea de muertos, y mientras más muertos por cuenta de un batallón o unidad, mayor eficiencia, y mayores méritos.
El Ministro de Defensa lo decía: reductos dentro del Ejército que reclaman cuerpos. Un comercio macabro, que acaba de ser denunciado por la Fiscalía también en Casanare , en donde fueron capturados seis militares, bajo esos cargos. Dos días antes, el propio Comandante del Ejército dio a conocer la suspensión de tres oficiales por los casos de Soacha.
Inicialmente, voceros oficiales trataron de justificar estas muertes aseverando que se trataba de personas con antecedentes delictivos. ¡ Como si eso explicara los crímenes, o como si nuestro sistema permitiera la pena capital para todo aquél que presente registros judiciales por delitos!
El asunto es de enorme gravedad, y está muy bien que el Presidente asuma el liderazgo, buscando que la justicia defina pronto y plenamente lo ocurrido.
Hasta ahora a pesar de suspensiones y capturas-, no hay nada en claro. Y ante el mundo Colombia está apareciendo como un país salvaje, violador de los Derechos Humanos.
Es injusto con el Ejército como institución. Una institución a la cual debemos tanto, y que, en su gran mayoría, está integrada por oficiales, suboficiales y soldados honestos, que con abnegación ofrendan su vida en bien de la Patria. Pero la perjudican unas pocas manzanas podridas.