Por Ludovico Ariosto
Simón el bobito llamó al secretario;
a ver la reforma. La quiero firmar.
La dejo firmada y me voy a jugar.
Pero un abogado llamó al Presidente.
Todos en Colombia muy bravos están.
La reforma injusta
la quieren tumbar.
Señor Presidente: ! no firme, no firme !.
! No la embarre más !.
No firmo, no firmo,
dijo el Presidente.
Porque esa reforma la voy a objetar.
! No joda ! !No joda !
Esta pendejada está saliendo mal.
Todos molestaron al buen Simoncito,
que por ser bobito firmó sin mirar.
En Twitter y Facebook
la gente, mamada,
pedía referendo
para la reforma poder derogar.
Uribe, entre tanto,
se lamía los labios de satisfacción,
al ver cómo Santos bajaba en encuestas,
y se le enredaba por todos los lados
la ambición aquella de la reelección.
Santos en la tele
se desgañitaba pidiendo al Congreso
que a la tal reforma la dieran por muerta
porque esa reforma no debía pasar.
! Muy tarde, muy tarde !
dijéronle todos,
pues la reformita se quiere quedar.
Mujeres y hombres,
hasta en los conventos,
chiflaban, gritaban,
y casi estrujaban al pobre Simón.
Y al buen Simoncito
le cascaron todos,
por ser tan bobito y firmar sin mirar.
Es que a Simoncito
le gritó muy duro su papá también.
No seas tan bobito, Simón, hijo mío
que por culpa tuya
como un delfín menos te van a contar.
Estaba molesta la gente en la calle
con Santos, con Corzo, y con Germancito,
y hasta con Simón.
Esguerra, el Ministro
se quedó vestido con su traje nuevo,
el que había comprado para celebrar.
Lloraba y lloraba por su reformita,
y ya por la noche,
no pudiendo más,
a Santos, su jefe, le dijo ! renuncio !
...ya no vuelvo más.
El malo de Santos reía, sinembargo,
porque muy barata la pudo sacar,
pues salvó a la Patria
de algo muy terrible que pudo pasar.
Las cosas tremendas,
amigas y amigos,
tumban gobernantes, como en Paraguay.
Señor Presidente, dijo don Rengifo,
siquiera pudimos la objeción mandar.
La reforma es mala, dijo Simoncito,
muy mala, muy mala...,
y podía empeorar.