Por Ricaurte Losada Valderrama
A raíz de que el viernes pasado se inició una nueva legislatura, es conveniente recordar que entre nuestras tantas urgencias, la recuperación del Congreso es prioritaria, pues apostar a que continúe desprestigiado y deslegitimado resulta lo más inconveniente para el país y para su democracia.
¿Y cómo hacerlo? Entre lo mucho que se debe intentar, ante todo, hay que darle independencia de las Ramas Ejecutiva y Judicial, hacer el tránsito del régimen presidencial a uno semi-parlamentario, volverlo unicameral, abolir la circunscripción nacional para Senado, quitarle las funciones judicial y de reforma a la Constitución, prohibir, como debe hacerse en todos los casos de elección de funcionarios y servidores públicos, su reelección en más de una oportunidad, acabar el voto preferente y aumentar el umbral para disminuir el número de partidos y movimientos políticos, entre otras enmiendas indispensables.
Un ejemplo que está sobre el tapete, muestra la necesidad de emprender enmiendas como las anteriores. Nos referimos al ciudadano que después de muchos años de permanecer en el cargo, con suficientes razones se ha rechazado su reelección como Secretario General del Senado. El señor Otero, tiene además, varias investigaciones, al parecer con sólidas pruebas en su contra.
Situaciones como la anterior se evitarían si la legislación no permitiera la perpetuación en los cargos autorizando reelecciones indefinidas. De ahí la importancia de la prohibición de la reelección por más de una oportunidad.
De otra parte, el Congreso antes de la debacle de la enmienda a la justicia había aprobado unas reformas bien importantes como la de las regalías, la ley de restitución de tierras, la sostenibilidad fiscal, el marco jurídico para la paz y varias otras que no sería justo desconocer.
Finalmente, Colombia, como toda democracia, necesita un Congreso fuerte y que no se desprestigie a la Institución, sino que se culpe y castigue a sus miembros que son los que fallan. Y no se olvide que un Estado sin Congreso o con fragilidad de Este, es un Estado absolutista, o cuando menos, que va en camino hacia allá.