POR OCTAVIO QUINTERO
Alejandro Ordoñez Maldonado. Foto www.elespectador.com
Prometió el Procurador General, Alejandro Ordoñez, enviar una carta al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, recordándole su obligación de respetar la Constitución y la Ley, a raíz de la propuesta de Petro de crear, a manera experimental, unos centros de consumo controlado de droga para tratar a los adictos.
La advertencia del Procurador es de por sí interesante –inclusive sin conocer los términos de la nota- porque nos va a ilustrar en excelso estilo jurídico cómo es que, con los mismos argumentos, sin quitarle una coma, podemos recordarle al Procurador su obligación de cumplir con la Constitución y la Ley.
Es evidente la rebeldía del Procurador contra la Corte Constitucional que ha asegurado en reiteradas oportunidades el derecho de la mujer a interrumpir un embarazo, cuando sea fruto de una violación o incesto; cuando haya malformación del feto o cuando conlleve peligro a la vida o la salud de la embarazada.
Y existen testimonios fehacientes de que el Procurador ha montado en la Procuraduría centros, tal vez incontrolados, de consumo de fe en lo que no vemos porque Dios lo ha revelado, adición espiritual que enferma tanto o más que cualquiera adición corporal.
Por ejemplo, no se sabe de saña alguna de algún adicto a la droga contra otro que no sea, como sí se sabe de la saña con que en épocas de triste historia humana la Iglesia persiguió a los herejes y ateos, reducto tardío de la compulsión idólatra en el Procurador.
No tiene autoridad moral el Procurador para recordarnos la obligación de respetar la Constitución y la Ley, porque esa misma constitución y ley le prohíben abusar de su cargo para imponer una doctrina única en un país con libertad de culto.
Abusa más de la Constitución y la Ley quien está investido de autoridad para protegerla, y él mismo la viola, que quien jura cumplirla y no lo hace, si para el caso, paráramos en la misma balanza al Procurador y a Petro.
No darnos la oportunidad de ver cómo sería el comportamiento de un adicto a la droga en acción, bajo control profesional, sería tanto como no darnos la oportunidad de explorar otras formas de combatir el narcotráfico distintas a la fuerza bruta que, ya sabemos, no es suficiente.