POR OCTAVIO QUINTERO
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Todos hemos oído decir alguna vez “Pan y circo”, (panem et circenses: pan y juegos del circo), y de inmediato entendemos que se trata de algo muy popular, que le gusta tanto a la gente, que en su momento no le importa nada más: “a beber y a bailar que el mundo se va acabar”.
La idea es tan vieja como el mismo Imperio Romano donde surgió como forma de mantener al pueblo distraído de la política. Y la consabida historia romana nos releva de decir ahora cómo eran sus intríngulis en los tiempos de Nerón, el que heredó su nombre a la humanidad como sinónimo de crueldad.
El asunto es que miles de años después los gobernantes no han podido inventar nada más efectivo que el “Pan y circo” para mantener embrutecida a la población y ocultar de paso sus ineptitudes gubernamentales o sus licenciosas y corruptas administraciones.
Y la gente entonces tiende a calificar la acción de sus gobernantes por el tanto pan y el tanto circo que repartan en el año. Y para el efecto, el calendario de oportunidades es generoso: las fiestas patrias nacionales, departamentales y municipales, sobre todo estas últimas, alrededor de las cuales se han montado los más diversos embelecos que hablan de todo menos de la historia local…
Y siguen las celebraciones encadenadas a sucesivos torneos deportivos o conmemoraciones ya cursis como el día del campesino, el del padre, la madre, el hijo y el espíritu santo, porque también la Iglesia (¡todas ellas!) contribuyen con su borona y su rito a la distracción popular.
Tocancipá, un municipio de 30.000 habitantes, a solo 30 minutos al norte de Bogotá, se ha convertido en un ejemplo bastante diciente, pues, el mandatario actual tiene que seguir el juego de la rutina, aunque no quiera y, el anterior mandatario, un potentado empresario cuyas arcas parecen inagotables, le ha montado un “Pan y circo” paralelo de tanto éxito que, dice la gente, hasta ahora ha superado en todas las fiestas la oferta oficial.
Pero lo de Tocancipá es una nota al margen porque la constante resulta evidente en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana, la pasemos en municipios pequeños o medianos; en las ya crecidas capitales de departamento o en la gran capital. Pan y circo en los parques; pan y circo en los colegios y universidades; pan y circo en las empresas… Y si nos queda aliento y tiempo, se lo podemos dedicar a la TV, esa caja mágica que nos depara a diario el mejor pan y el mejor circo, a la distancia de un clic.
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Fin de folio: “Nada en demasía”, le aconsejaba Apolo a Sócrates en el Oráculo de Delfos. “Nada, ni siquiera lo más valioso; ni siquiera lo más saludable; ni siquiera lo más placentero es bueno en exceso”.