"El niño, con su enorme potencial físico e intelectual, es un milagro frente a nosotros. Este hecho debe ser transmitido a todos los padres, educadores y personas interesadas en niños, porque la educación desde el comienzo de la vida podría cambiar verdaderamente el presente y futuro de la sociedad."
Maria Montessori
Nació en Chiaravalle, Ancona (Italia) el 31 de agosto de 1870 y murió de Países Bajos el 6 de mayo de 1952. Educadora, pedagoga, científica, médica, psiquiatra, filósofa, antropóloga, bióloga, psicóloga y humanista italiana.
Fue la primera doctora en Italia: estudió en la Universidad de Roma “La Sapienza”. Aunque fue contemporánea de Freud, desarrolló su propia calificación de las enfermedades mentales.
Sus ideas y métodos pedagógicos que hoy parecen normales, fueron revolucionarios, innovadores, incluso radicales y susceptibles de controversia, para su época.
En conferencias pronunciadas en Berlín y Londres, enfatizó en la importancia que tiene la educación y atención de los niños sobre la sociedad y la estrecha relación entre el abandono infantil y el desarrollo posterior de la delincuencia.
Trabajó intensamente con niños considerados perturbados mentalmente y resaltó sus potencialidades que aunque disminuidas, podían ser desarrolladas aportándoles una vida mejor. María Montessori descubrió a los niños en su dimensión más valiosa y decidió dedicar el resto de su vida a ellos.
En uno de sus trabajos más brillantes, María Montessori estudió el comportamiento de los niños en una institución para pequeños considerados como causa perdida para la atención y concentración en el estudio y concluyó al verlos interactuar con las migas de pan que era lo único que tenían a su alcance -por carecer de todo- que los niños no se las comían porque para ellos era más importante tocar y por lo tanto la necesidad de objetos para tocar era lo más significativo en su conducta. Basada en esta observación la doctora Montessori afirmó que tocar objetos es para el ser humano una necesidad y en ella se refleja la actividad, la realidad, la inteligencia y la personalidad del niño que algún día será un hombre para la sociedad.
Para Montessori, a los niños no se les puede imponer nada, se les debe ofrecer una actividad creativa; ejercicios y materiales que les permitan desarrollar sus facultades. El maestro (llámese madre, padre, hermano, abuelo, profesor) debe cambiar su propia persona y actitud para enseñar al niño con profundo amor. El amor del cual habla Montessori se refleja en respeto, libertad con responsabilidad, con límites y estructura.
El niño debe ser valorado, se le debe ofrecer confianza y fe en sí mismo. Se le debe tener paciencia, empatía, reconocer y valorar. Es decir, con el mayor respeto se le debe observar, conocer y apoyar en todas sus necesidades.
Para María Montessori, en la construcción de un niño saludable se encuentra el éxito del hombre en la sociedad.
El niño está en un despertar y se le deben brindar todos los medios que correspondan a ese momento tan complejo. El niño tiene derecho a protestar y ser escuchado porque en su malestar se está reflejando su capacidad de observación, análisis y síntesis que lo hará un hombre saludable.
“Es el niño quien puede formar al hombre con sus mejores y peores características. El niño necesita ser reconocido, respetado y ayudado. El niño es el padre del hombre.”
En la observación del hombre de la sociedad se pueden ver los valores del niño, tales como carácter, fuerza moral y fuerza de la personalidad; estos valores están presentes en el niño pero deben ser desarrollados en él. Si se desarrollan equivocadamente o no se desarrollan, tendremos un ser humano adulto que poco o nada o mucha maldad le aportará a la sociedad.
María Montessori, logró grandes avances en la comprensión de la personalidad de los niños porque se acercó a ellos sin prejuicios ni ideas preconcebidas. Logró con su pedagogía que niños considerados poco inteligentes, presentaran exámenes con resultados iguales y similares a los de aquellos niños estimados como normales. También logró que niños muy rebeldes normalizaran su conducta, siendo más amables y respetuosos y consiguió que los niños a su cargo hicieran parte de su investigación con dignidad, libertad e independencia. “Los niños tenían libertad de ser activos y comprendían la responsabilidad de saber cómo usarla”.
Los principios básicos de su método fueron:
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La mente absorbente de los niños: La mente de los niños posee una capacidad maravillosa y única, tiene la capacidad de adquirir conocimientos absorbiendo. Lo aprenden todo inconscientemente, pasando poco a poco del inconsciente a la conciencia. Se les compara con una esponja, con la diferencia que la esponja tiene una capacidad de absorción limitada, mientras que la mente del niño es infinita.
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Los períodos sensibles: Se refiere a los períodos en los cuales los niños pueden adquirir una habilidad con mucha facilidad. Se trata de sensibilidades que permiten a los niños ponerse en relación con el mundo externo de un modo excepcional, estos momentos son pasajeros y se limitan a la adquisición de un determinado conocimiento.
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El ambiente preparado: Se refiere a un ambiente que se ha organizado cuidadosamente para el niño, diseñado para fomentar un mejor aprendizaje y crecimiento. En él se desarrollan los aspectos sociales, emocionales e intelectuales y responden a la necesidad de orden y seguridad. El diseño de estos ambientes se basa en los principios de belleza y orden. Son espacios luminosos y cálidos, que incluyen lenguaje, plantas, arte, música y libros. Un ejemplo de esto son los escenarios.
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El papel del Adulto: El papel del adulto en la Filosofía Montessori es guiar al niño, darle a conocer un ambiente bueno y cómodo. Ser un observador, estar en continuo aprendizaje y desarrollo personal. El verdadero educador está al servicio del niño educando y debe de cultivar en él la humildad, la responsabilidad y el amor.