El fotógrafo, Kevin Carter, tomó el instante en el cual un niño de origen sudanés en los huesos y agotado, es vigilado de cerca por un buitre que lo acecha. La historia dice que Kevin Carter, esperó 20 minutos, mientras lograba que el depredador animal se le acercara al niño moribundo, a la distancia que le permitiera a él, lograr la fotografía. Y, si fue o no verdad, la realidad es que logró darle lenguaje propio a la foto y no cabe duda que “Una imagen vale más que mil palabras”.
La foto, una de las más polémicas, de la historia de la fotografía, generó críticas del mundo entero contra Kevin Carter, pero le trajo gran publicidad, al punto qué –ganó el Premio Pulitzer en 1994-. No obstante, también -dicen algunos-, le trajo su muerte. Kevin Carter, se suicidó el 27 de julio de 1994, con monóxido de carbono dentro de su auto.
En 1993, Kevin Carter, se encontraba en Sudán con algunos colegas, tomando fotografías. Específicamente se encontraba en la aldea de Ayod, cuando tomó la instantánea por la que ganaría el reconocimiento público. Cuando la foto fue publicada en el “The New York Times” la gente que la vio -llamó de inmediato y de forma masiva-, a la publicación, para verificar cual había sido el destino del pequeño niño absorto en su tragedia e indiferente al peligro que lo acechaba. El editor respondió con, un no se sabe que le sucedió. La única información que le brindó a los seguidores de la publicación fue que al parecer la niña[1] había sido llevada a un Centro de Alimentación.
Tal respuesta, indigno a los lectores y no lectores del “The New York Times” y las editoriales de otros diarios y publicaciones no se hicieron esperar. La editorial de “St. Petesburg Times de Florida” resaltó su indignación en los siguientes términos: “El hombre ajustando su lente para lograr el encuadre perfecto del sufrimiento de la niña, bien podría ser un predador, otro buitre en la escena”.
Para los amigos de Kevin Carter, su suicidio no tuvo nada que ver con la foto y las críticas en su contra. Tuvo que ver con el dolor y sufrimiento de la humanidad, hechos de los cuales fue testigo directo. Kevin Carter regresó de Sudán, profundamente deprimido y eso lo llevó al alcohol y las drogas.
Antes de morir en el año 1994, Carter dejó una carta y al parecer están en lo cierto quienes dicen que se suicidó por la foto y también los que dicen que no lo hizo como consecuencia de la instantánea. La realidad es que para Carter los tiempos no eran fáciles y le acechaban, como él mismo lo escribe, las imágenes de la muerte, pero también angustias de otro tipo: “He llegado a un punto en el que el sufrimiento de la vida anula la alegría. Me persiguen los recuerdos de muertos, de cadáveres, rabia y dolor. Me persigue la pérdida de mi amigo Ken”. Se trataba de su mejor amigo, Ken Oosterbroek”[2]
¿Pero qué sucedió con el pequeño niño de la foto? Afirman los colegas de Kevin Carter que lo estaban acompañando ese día, que el niño se había retirado del núcleo familiar para cumplir con una necesidad fisiológica. De hecho uno de sus colegas tomó una foto similar con otro pequeño rodeado de buitres, pero no ganó el Premio Pulitzer. ¿Estaba la niña muriendo? Responden algunos que sí, como están muriendo por desnutrición miles de niños por esas tierras todos los días y a toda hora frente al silencio del resto de la humanidad. La historia dice que el pequeño niño de nombre Kong Nyong murió 15 años después de la instantánea (año 2008) como consecuencia de fiebres y no devorado por el buitre como lo insinuaba la fotografía. ¿Y el buitre? La convivencia de los niños malnutridos y rodeados de muerte, hace inevitable, la presencia de estos depredadores.
El lenguaje de la fotografía en general, es revolucionario y da para todo tipo de especulaciones. No da lugar a explicaciones previas ni posteriores. No obstante, la historia de esta fotografía que debería dolerle al mundo entero por los siglos de los siglos, porque ese es el mundo de miseria y dolor que tenemos y al cual hemos llegado por la constante actitud de indolencia que nos caracteriza -dolió, sí-, pero por otra razón. La gente no le perdonó a Kevin Carter, hacer público un dolor que deseamos mantener secreto, es decir, el dolor de la humanidad.
La realidad es que en la foto, el pequeño niño lleva puesta en su mano una pulsera de plástico del centro de alimentación de la ONU. Kevin Carter lo sabía, porque vivía en un centro de alimentación para ese entonces, en una misión de la ONU. En la pulsera se lee T3, en donde la T significa malnutrición severa y el 3, el número de ingreso al centro alimenticio. Y si es verdad que el pequeño murió quince años después por culpa de unas fiebres, entonces tendríamos que concluir que los dolores del alma matan más rápido, porque Kevin Carter, por el contrario, no sobrevivió a la fotografía, más allá de un año.