Los medios de comunicación y los dirigentes políticos se hallan concentrados de manera casi absoluta en el tema de la reelección del Presidente Uribe. Este, a su vez, está en campaña, y todo lo que hace, dice o propone guarda relación con sus aspiraciones más que con su ejercicio como actual Jefe del Estado y del Gobierno. Era inevitable que así sucediera.
Ese debate se adelanta en el campo político, y obviamente, dada la existencia de la actual prohibición constitucional, avanza en el Congreso la aprobación del proyecto de reforma que introducirá en la Carta Política, prácticamente con nombre propio, la normatividad necesaria para que la aspiración de Uribe pueda tener lugar.
Mientras tanto, la situación económica del país no puede ser más preocupante en la presente coyuntura, y lo peor es que no se advierten signos claros y seguros de una genuina recuperación.
El aspecto social ya no es solamente preocupante sino gravísimo. A no dudarlo, hay desesperación en sectores medios y bajos de la población, y en general nos enfrentamos a una inmensa bomba de tiempo que no sabemos cuándo va a estallar, sin que los llamados a buscar soluciones estén pensando para nada en semejante problemática o en buscar respuestas adecuadas frente a las expectativas reales de las grandes mayorías.
¿En qué mejora la situación de quienes padecen los horrores de la pobreza absoluta por unas declaraciones del expresidente Alfonso López sobre si Uribe tiene o no sustituto, o si tiene éxito la actividad que despliega el expresidente Turbay para convocar un movimiento “nuevo” con las viejas figuras del liberalismo?
¿Qué le interesa a la persona próxima a pensionarse -cuyos derechos van a ser desconocidos, no importa el medio- por la actual administración, si las palabras de López, Turbay o Gaviria significan que están todavía lejos de Uribe o se aproximan a la “voltereta” que los ubique a favor de la reelección?
¿Quién piensa en el gravísimo problema del cierre de hospitales públicos mientras los medios de información están atiborrados de encuestas, de entrevistas y de opiniones en torno a lo que digan o dejen de decir los expresidentes, y de interpretaciones sobre el momento político?
¿Habrá alguna -la más mínima- voluntad de estudiar fórmulas que pongan fin a la diaria tortura de los deudores hipotecarios de vivienda, o de los usuarios de los servicios públicos, o de los padres de familia respecto de la educación para sus hijos, todos los cuales ven crecer sin freno los costos correspondientes?
¿Mientras se pone la bola de cristal en todos los foros para adivinar si un cierto expresidente apoya al fin o no apoya la reelección, a alguien en el Gobierno lo preocupará de veras que una familia bogotana tenga que comer papel por falta absoluta de comida?
Recordando a Gaitán, están cada vez más lejos el país político y el país nacional.