Lo ocurrido este domingo en Honduras no solamente es grave, en cuanto expresión torpe y brutal de intolerancia política que echa por tierra los logros democráticos, sino que constituye un inconcebible retroceso a etapas oscuras que todos considerábamos hace tiempo superadas. Es el regreso, no esperado, de los gorilas.
Afortunadamente, la OEA, las Naciones Unidas, el ALBA, el CARICOM, el SICA, UNASUR, el Grupo de Río, la Unión Europea, los presidentes de América y los de muchos países no han vacilado en rechazar con claridad y contundencia el golpe de Estado, ni en reconocer como único Presidente de Honduras a José Manuel Zelaya Rosales, elegido democráticamente.
Los chafarotes llegaron en la madrugada, armados y disparando, a la casa del Presidente Zelaya; lo encañonaron; le arrebataron el teléfono celular; le impidieron toda comunicación; atemorizaron a su esposa y a su hija adolescente; causaron destrozos en el inmueble; irrespetaron la intimidad de la familia; condujeron al Presidente, a la fuerza, a una base aérea, y lo enviaron a Costa Rica. Cortaron la energía eléctrica; silenciaron las emisoras y canales de televisión…En síntesis, como en las tenebrosas épocas de Pinochet y de Videla.
En la tarde, el Congreso lo despojó de su investidura, sin su audiencia y sin que hubiera precedido siquiera un remedo de juicio, y quien presidía la sesión fue elegido por pupitrazo, se posesionó, estableció el toque de queda e instruyó al Ejército acerca de las medidas orientadas a reprimir las manifestaciones populares de resistencia al cuartelazo, que ya habían comenzado.
Desde el punto de vista del Derecho, es muy doloroso que la Corte Suprema hondureña se haya prestado para la perpetración del golpe, o peor, que –según dicen Micheletti y los demás golpistas- el Ejército haya actuado como actuó por orden de esa Corporación, que entonces, en vez de haber sostenido los postulados democráticos y los mecanismos jurídicos, se haya rendido ante los promotores de semejante raponazo.
Una consulta popular no vinculante, como la que buscaba Zelaya, no tiene nada de ilícito, pero si, en gracia de discusión, lo hubiese sido según las normas, lo han debido procesar, con todas las garantías y asegurándole la defensa, en vez de romper la institucionalidad. Si lo que querían era presentarlo al mundo como infractor de la Constitución, lo hicieron muy mal, pues terminaron convirtiéndolo en un mártir.