La ConstituciónPolíticade 1991 protege de manera especial y con carácter prevalente los derechos fundamentales de los niños. Inclusive, la norma del artículo 44 contempla con tal carácter (fundamental) derechos que no lo tienen en principio en el caso de los mayores, como la salud y la seguridad social.
Allí están incluidos derechos como la vida, la integridad física, la alimentación equilibrada, el desarrollo armónico e integral, la educación y la cultura, el cuidado y el amor, y por supuesto la protección contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos riesgosos, además de los derechos consagrados en las leyes y en los Tratados Internacionales ratificados por Colombia.
La Jurisprudenciade la Corte Constitucional ha sido prolija en el desarrollo de las normas al respecto, y ha procurado brindar a los menores toda una gama de garantías en el seno de la sociedad, a cargo del Estado y de la familia, habida cuenta de la obvia necesidad de amparo y cuidado que caracteriza a los niños, en especial durante los primeros años de su crecimiento, y considerando su natural indefensión, así como el valor inmenso que tienen dentro de la estructura y para los fines de la comunidad.
Se ha entendido que una sociedad en la que sus niños no están debidamente protegidos, ni garantizado para ellos un mínimo de bienestar, es una sociedad enferma.
Pero todo es teoría. Palabras y más palabras. Los hechos de la vida diaria en Colombia nos están mostrando una realidad completamente diferente, que asusta; en la que predominan los comportamientos salvajes de los adultos y la total desconsideración del conglomerado mismo respecto de los niños. Da la impresión de que en nuestro medio se hallan por completo abandonados a su suerte, y, de una manera inexplicable, hemos llegado inclusive a perder la sensibilidad respecto de las informaciones de todos los días, provenientes de los más diversos puntos del territorio, alusivas a la muerte, el secuestro, el maltrato, el abuso sexual, la explotación laboral, la venta y hasta el alquiler de los menores, casi todo con fines económicos inconfesables.
El panorama ha sido aterrador en los últimos días: una niña de dos años muerta por herida de bala como consecuencia de una riña entre su progenitor y el hermano de éste; otra, de once años, inmisericordemente asesinada a machete en el Municipio de Ovejas (Sucre), otra, también de once años, entre la vida y la muerte a consecuencia de un disparo intencional; un niño arrojado por la ventana, por su propio padre; otra niña ahogada por su madre; un niño recién nacido abandonado en un cajero automático;… y para qué seguir: seres inocentes diariamente sacrificados en aras de los intereses, casi siempre mezquinos, de los mayores, sin contar los niños victimas de los ataques de la guerrilla o de los paramilitares; ni los golpeados e inclusive torturados por sus progenitores; obligados por ellos o por otros, a pedir limosna o a trabajar en condiciones infrahumanas. Además de los miles de niños hambrientos y desprotegidos que deambulan por nuestras ciudades y nuestros campos.
¿Podrá ser removida alguna vez la dura epidermis de nuestra sociedad -en la que algo muy grave está pasando- para que reaccione con sentido auténtico y con algún grado de eficacia frente a lo que ocurre?