POR OCTAVIO QUINTERO
Las FARC no representan a nadie: solo reflejan un problema nacional muy complejo, término que nos ayuda a resumir lo que difícilmente entendemos o resulta muy denso explicar. Esa complejidad, avala su permanencia en Colombia a lo largo de los años y a través de todos los gobiernos: unos, propensos a la negociación política; otros, al exterminio armado… Pero, ahí están y ahí se quedan.
Resulta suspicaz la declaración expedida por la CGT (Central General del Trabajo), en el sentido de que (…) “al momento de hablar sobre los derechos y reivindicaciones del sector agropecuario, los campesinos y sus organizaciones legítimas no nos sentimos representados por las Farc”…
¿A qué viene el tema? ¿Qué significa o qué intereses defiende? ¿Se puede decir públicamente, como lo hace la CGT, que (…) “respaldamos las negociaciones de paz que viene realizando el Gobierno”, y al mismo tiempo desconocer a uno de los interlocutores válidos?
Ahí hay un contrasentido porque cuando una organización recibe aval del Estado para negociar asuntos de interés general, asume una vocería urbi et orbi como, por ejemplo, la CGT, cuando negocia asuntos laborables con el Gobierno, aunque algunos (muchos) no estemos de acuerdo ni con sus procedimientos ni con sus decisiones, finalmente lo que pacta nos cobija a todos.
Quiérase o no, las FARC tienen en este momento una vocería nacional acreditada por el gobierno con su propia presencia en los diálogos de la Habana. ¿A nombre de quiénes habla? Es evidente que no lo hace a nombre de nadie en particular sino a nombre del problema político y social en sí mismo que nos afecta a todos.
¿Cuántos colombianos apoyan a Santos? Evidentemente no todos, y quizás ni la mayoría en estos momentos. Pero, mientras sea el Presidente, todo lo que diga o haga representa –o así se supone- el interés general que es la suma de todos los intereses, incluyendo el particular, y, en tales circunstancias, habla en nombre de todos. Mal pudiera alguien decir que respalda el proceso de paz y a la hora de nona advertir que no se siente representado por el Gobierno (¿?).
Lo mismo vale para la CGT: ¿cuánta gente la apoya… Muy poquita, casi nada en proporción a la fuerza laboral del país. Pero tiene ante el Estado una vocería, y mientras no se diga lo contrario, habla urbi et orbi, siempre que mantenga en su discurso una mínima sintaxis.
Resulta evidente que en su declaración de la referencia, se sale de madre y, por tanto, no solo no se entiende el alcance de su deslinde del tema agrario, sino que resulta confusa, en el momento actual de los diálogos; controversial en su alcance y sin sentido aparente.
-
Fin de folio: También resulta curioso y sin sentido que solo ahora las FARC vengan a declarar “objetivo militar” a la cúpula de la CGT por su vuelta de campana ideológica desde los albores del gobierno del presidente Santos. Aunque, a decir verdad, todo puede ser posible en este loco mundo de Colombia.