...criminales, no hinchas
POR JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
Imagen lacarinosa.com
Nos hemos referido varias veces a la preocupante “cultura” –que en realidad es incultura- de la violencia que hoy, infortunadamente predomina en Colombia. Ella, unida a la extendida delincuencia y a la intolerancia que caracteriza el comportamiento de muchos de nuestros compatriotas, está haciendo imposible la convivencia en el seno de nuestra sociedad.
Las comunidades, especialmente en las ciudades, se han convertido en grupos heterogéneos, inestables e inseguros, en cuyo interior es común encontrar recelo y desconfianza, todo lo cual resulta explicable y hasta justificado en razón de los múltiples peligros que se ciernen sobre las personas, provenientes en su mayoría de seres humanos, más que de la naturaleza, de las enfermedades o de los accidentes.
¿Cómo entender que, totalmente por fuera de la vigilancia y el control de las autoridades, cuadrillas de desadaptados y malandrines –que no de verdaderos hinchas de los equipos de fútbol- se hayan adueñado de importantes áreas públicas y hayan decidido atacar a personas indefensas, herirlas y asesinarlas por el hecho de portar una camiseta de determinado color ?. Como en la época de la violencia política, en los años cuarenta del siglo pasado, cuando –según narra la Historia- era suficiente llevar puesta una corbata roja o azul para perecer en manos de las cuadrillas delictivas de entonces, que decían pertenecer a uno u otro de los partidos tradicionales.
En las últimas horas, al menos hasta el momento de escribir esta columna, en Bogotá –capital de la República- se han registrado al menos tres homicidios, todo indica que cometidos por integrantes de “barras bravas”, en una conducta verdaderamente criminal que desafía el ordenamiento penal colombiano; que constituye gravísimo atentado contra los derechos humanos; que riñe abiertamente con el espíritu deportivo, y que ofende al equipo de fútbol del cual los asesinos dicen ser hinchas.
Dicho sea de paso, gran daño se causa a los equipos en los que de manera abusiva se arropan tales delincuentes, organizaciones deportivas injustamente expuestas ante la opinión pública como si estimularan –que no lo hacen- tan detestables actos. Sus directivos, personal técnico y jugadores deberían pronunciarse, y de hecho entiendo que lo harán, o ya lo han hecho, para rechazar enfáticamente los comportamientos criminales de quienes no merecen ser llamados hinchas, y –más aún- deberían unirse todos los equipos de fútbol para organizar una campaña, en la cual estamos dispuestos a participar sus legítimos y auténticos hinchas –hoy adoloridos-, las autoridades y los medios de comunicación , con miras a desenmascarar a los malhechores, buscar su condigna sanción y erradicar estas prácticas, cuyo objetivo parece consistir en enlodar y desprestigiar una actividad tan digna y tan arraigada en los corazones de los colombianos como el fútbol.
El deporte es, por su misma definición, sano esparcimiento y expresión de paz. Que los violentos y los intolerantes lo respeten, y respeten las instituciones jurídicas y los derechos esenciales de los demás colombianos.