Fernando Prieto, profesor de Teorías y Formas Políticas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid es el autor del Manual de Historia de las Teorías Políticas. Fernando Prieto escribe acerca de Vilfredo Pareto.
Vilfredo Pareto 1848-1923, fue un cosmopolita y un aristócrata por nacimiento, formación y profesión. Nació en París, hijo de un marqués italiano y una francesa. Estudió ingeniería en Turín sin perjuicio de su afición por las humanidades clásicas. Trabajó en los ferrocarriles pero sus ideas sobre mejoras a introducir no fueron atendidas, entonces Pareto pasó al estudio de la economía. Se trasladó a Suiza y sucedió a Walras en la cátedra de economía de la Universidad de Lausana 1893.
A partir de entonces comienzan a aparecer sus grandes obras en francés. Los dos volúmenes del curso de economía política 1896 a 1897, los dos volúmenes de los sistemas socialistas 1902-1903. En 1911 se retiró de la cátedra para entregarse a los estudios y a la composición de sus libros en italiano: tratado de sociología general 1916, Hechos y Teorías, 1920 y Transformaciones de la democracia, en 1921.
Poco antes de su muerte fue nombrado miembro del Senado italiano a propuesta de Benito Mussolini.
Es llamativo el cambio de orientación que se da en Pareto alrededor de los cincuenta años, hasta entonces había sido un liberal convencido, defensor de la democracia, de los valores humanistas, por tanto un hombre de mentalidad optimista, es el Pareto economista. Desde entonces queda marcado por la desilusión y por el pesimismo, es el Pareto sociólogo.
Pareto llega a la sociología desde la economía, incluso su mismo concepto de la ciencia sociológica refleja este itinerario porque entiende que la sociología estudia aquellos componentes de la acción humana que no son estudiados por otras disciplinas, la principal de las cuales es la economía. La misma definición de economía impide la explicación de la parte más importante de las acciones individuales, puesto que la economía está basada en el presupuesto de la racionalidad de la acción económica y esto impide la explicación de la parte más íntima de la acción humana.
En efecto, en la mayoría de las acciones humanas, hay factores que no se dejan reducir a la lógica y que han de ser tomados en cuenta. Para estudiar estos elementos, Pareto construye dos conceptos originales: residuos y derivaciones. Pero la elaboración de estos conceptos no es del todo clara como desearíamos por lo que renunciamos a explicarlos y pasamos a su pensamiento político.
El análisis social, revela el dato básico de la desigualdad de los hombres. La unión integrada de individuos desiguales hay que entenderla con criterios orgánicos. La sociedad se nos presenta como un organismo en el que el todo no es igual a la suma de las partes. Para entender el funcionamiento de la sociedad desigual, es necesario el concepto de élite, un conjunto minoritario que abarca todos aquellos individuos que destacan en las distintas actividades. La élite son los mejores, es la aristocracia. Dentro de la élite existe un grupo más reducido: la élite política o clase política formada por todos aquellos que ejercen de forma importante y permanente, directa o indirectamente el gobierno de la sociedad. Pues bien, el estudio de la política es el estudio de la élite política. Un tema que Pareto estudia con particular interés, es la reproducción de la élite política. Las élites tienden a cerrarse reproduciéndose por herencia, es decir, tienden a convertirse en aristocracia. Ahora bien, la historia enseña que las aristocracias no duran. La historia es un cementerio de aristocracias. La historia enseña que las élites son sustituidas por otras, es el fenómeno de la circulación de las élites. El hecho base es que una élite en el poder busca mantener su posición, mientras que otra espera expulsarla apoyándose en la mayoría. Cuando la élite de oposición lo consiga, se formará otra nueva oposición que a su vez buscará el apoyo de la mayoría, lo que Pareto describe no es la histórica lucha de la burguesía contra la aristocracia sino la lucha entre élites aristocráticas.
Para mantenerse en el poder toda aristocracia tiene que poseer coraje para defenderse. Si fuera preciso tiene incluso que recurrir a la fuerza, si una élite no está dispuesta a la lucha es que está en decadencia y debe dejar paso a un nuevo grupo que ejerza la dominación. Pareto cree que esa es la situación de la élite burguesa en su tiempo que admite que la élite socialista es un peligro pero no lo cree grave por eso no lo toma en serio. Pareto avisa a la burguesía que es mucho más peligroso el reformismo de Bernstein que el marxismo intransigente.
Nuestro autor dedica una amplia atención a la crítica del socialismo en su obra Los sistemas socialistas. En primer lugar, reconoce su papel decisivo en el progreso de la sociedad. La religión socialista ha dado al proletariado la energía para defender sus derechos. El error del socialismo consiste en creer que la sociedad se puede construir según un plan preestablecido. El socialismo cree en la existencia de una verdad política que puede imponerse porque es científica pero el gobierno de una sociedad según un racionalismo integral lleva a la disgregación, porque una sociedad exclusivamente determinada por la verdad racional no existe y no puede existir, no tanto porque los prejuicios impiden a los hombres comportarse según la razón sino porque no somos capaces de un tal conocimiento, porque no conocemos todos los datos que componen la realidad social, por tanto no es científico incrementar la lucha de clases y esperar de ella la regeneración social. Y no es científico pretender ser científico cuando en realidad el socialismo basa su difusión entre las masas, en entusiasmos de naturaleza religiosa.
La crítica de Pareto se hace mucho más concreta cuando entra en el análisis de los programas socialistas. El socialismo de estado por su carácter parasitario provoca un empobrecimiento general de la sociedad. Se aprovecha de lo que la libertad ha producido pero no es productivo el mismo, habría que contabilizar cuidadosamente la gestión socialista porque al final se puede tener una sociedad más pobre que la sociedad capitalista.
Puesto que Pareto ha reconocido la justicia básica de las pretensiones socialistas no niega la necesidad de cambios sociales sino el método, la imperfección del conocimiento político exige que todo cambio sea gradual, que solamente se ponga en marcha cuando se tenga evidencia de la necesidad y contando con la imperfección de los hombres. Con esto último quiere avisarnos de que no se puede hacer un cambio social que suponga en los hombres una perfección ciudadana que no existe.
El pensamiento político de Vilfredo Pareto es el de un aristócrata liberal que considera que el sistema representativo solamente puede funcionar bien si existe una élite instruida que lo gestione. El dominio siempre está en manos de una élite, por lo tanto la democracia queda como ideal inalcanzable, de ahí que las pretensiones democráticas e igualitarias de los socialistas y de los demócratas -los llama humanitarios- sean equivocadas según Pareto y además perjudiciales porque impiden la consolidación de una auténtica élite.
Como antes, Alexis de Tocqueville, Pareto tiene miedo a la sociedad de masas.