Historia del Corso. La historia de la guerra del Corso se pierde en la noche de los tiempos. Desde la época medieval, en efecto, vemos que los Estados beligerantes llaman a todos sus súbditos, disponibles para la lucha en el mar, para que acudan contra el enemigo. No era necesaria una autorización especial y únicamente el hecho de la ruptura de hostilidades habilitaba al propietario del navío para guerrear contra el enemigo de su país. Rápidamente, sin embargo, y desde el momento en que un poder central más fuerte y duradero se constituye en los Estados europeos, los príncipes soberanos querrán que aquellos de sus súbditos que deseen participar en operaciones navales y militares sean comisionados por ellos a fin de poseer un derecho de vigilancia sobre su actividad. Por lo tanto, ningún súbdito podrá hacerse a la vela para efectuar el corso si no ha hecho una declaración previa y obtenido una autorización especial pedida. A falta de ella, el corsario improvisado será tenido por un vulgar pirata y condenado a muerte sin instruirle ninguna forma de proceso.
El fundamento o principios del corso es la piratería, lo que es tan antiguo como la navegación. En los tiempos antiguos y aún en los modernos, según en qué mares, en la vasta extensión de los océanos, la ley de la fuerza ha imperado contra los “débiles”, y la historia enseña que grandes ladrones han llegado luego a almirantes por haber favorecido sus iniquidades las ambiciones de los gobiernos de los Estados. Son prueba de ello los piratas ingleses, Cavendisch y Drake, a los que la misma reina Isabel y el gobierno de su nación, tanto distinguieron y tan altamente honraron.
La anterior descripción histórica se encuentra en Enciclopedia Jurídica Omeba.