Opinion Online: La población Indígena también muere de hambre en Caldas. Por Adriana Cardona Destacado

07 Mar 2016
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Para las comunidades indígenas el Territorio es la base y fundamento de sus pueblos, del mismo modo para todas las personas; el territorio es uno de los elementos fundamentales del Estado, sin territorio no hay Estado, es algo tan importante que identifica al Estado, para ejercer su poder soberano, y regir el orden jurídico estatal, es una forma particular de presentarse ante el mundo. Saberse perteneciente a un territorio es quizás el punto de partida y de manera especial y significativa para las comunidades indígenas, aún más cuando han debido también enfrentar el drama del desplazamiento forzado del que muchos de ellos también han sido víctimas.

Tal es el caso de un grupo perteneciente a la comunidad indígena Embera Chamí que actualmente se encuentra concentrada en los municipios de Mistrató y Pueblo Rico en el departamento de Risaralda y del cual, algunos de sus habitantes, se desplazaron a causa de la violencia, al municipio de Anserma en el Departamento de Caldas, adoptando el nombre de comunidad indígena Dachijoma, que en lengua chamí significa “juntos o unidos”.

Esta población está ubicada en tres sectores del municipio de Anserma,  con un denominador  común: las condiciones de extrema pobreza en la que se encuentran, y siendo los más afectados, los niños. Debido a las condiciones de insalubridad, son constantes las enfermedades y han reportado el fallecimiento de menores en los últimos años.

Esta población se está acostumbrando a vivir en la incertidumbre y en el hambre. Incertidumbre porque su futuro no es muy esperanzador, no existen programas que los acojan y les brinde oportunidades adecuadas a sus tradiciones ancestrales. Hambre porque, ésta, al igual que otras poblaciones a lo largo y ancho del país, están abandonadas por el Estado, particularmente, las que carecen de territorio, que ha sido una de las luchas de algunos líderes indígenas, buscando el reconocimiento de un espacio para tener derecho a beneficios del Estado.

Pero mientras se adelantan los trámites que no son pocos, para que esta situación se regularice, la Alcaldía Municipal de Anserma, ni siquiera cuenta con censos que indiquen exactamente cuántas son las familias que hacen parte de esta comunidad indígena, y mucho menos, cuántos son los niños que se encuentran enfermos o en condiciones de desnutrición.

Ya sabemos que el desarrollo integral de una persona parte de una adecuada alimentación, para que puedan darse unas condiciones mínimas a nivel físico, intelectual y hasta emocional.

¿Qué podemos esperar de las comunidades indígenas en ese sentido? ¿Si están mal alimentados y ni siquiera cuentan con unas condiciones de vida digna para vivir? ¿Cómo puede haber transferencia de conocimientos y cultura ancestral, de las generaciones actuales a los niños y a los jóvenes cuando lo que deben padecer diariamente es una lucha por sobrevivir, ante la escasez de lo mínimo: agua potable, vivienda digna, alimento básico?

Al no contar con territorio se agrava su situación; están perdiendo el sentido de su cultura, no tienen manera de cultivar sus productos,  ni tienen la energía necesaria para trabajar, para desarrollarse normalmente en el día a día. Muchos jóvenes deben dedicarse a labores de recolección de café o cualquier actividad que genere algún ingreso para ayudar a sus familias. No asisten a la escuela, y mucho menos tienen las condiciones para salir de ese círculo vicioso en el que los tiene sumidos la pobreza.

No existen programas del gobierno nacional, y mucho menos del local, que los ayude para emprender el cultivo de la tierra y en este sentido también los jóvenes y los niños no ven en el aprovechamiento de la tierra, una fórmula para calmar el hambre, sus padres ya no la cultivan  y su economía está basada en la caridad. Ya no es extraño verlos en las calles pidiendo limosna, muchas veces al lado de la Catedral de Manizales.

El autor brasilero Leonardo Boff, en su libro Sustentabilidad Qué es y qué no es, nos muestra cómo precisamente, la población indígena se ha caracterizado históricamente por tomar de la naturaleza, solo aquello que necesita para vivir y ha propendido por el cuidado de su entorno, el cultivo de sus alimentos y la venta de los mismos o su intercambio. Para el caso colombiano, esta situación se daría en un contexto normal, en una comunidad indígena, dueña de su territorio, que no haya sido desplazada.  Y es que el desplazamiento en Colombia no solo ha sido a causa de la guerrilla, o la violencia; todos sabemos que en gran medida los proyectos hidroeléctricos, las grandes plantaciones, los avances en las vías, entre otros muchos factores, han llevado a reducir el territorio de las comunidades indígenas y a cambio no hay programas que los ayuden a continuar las tradiciones de cuidado de la naturaleza, de la que deberían tomar sus fuentes de alimentación en un contexto normal. En síntesis, no existen políticas públicas concretas que se orienten en la atención de sus necesidades y en el entendimiento de su cultura y tradiciones.

 

¿Quiénes estarían llamados a dar estos cambios y a proponer estos debates?

 

Actualmente esto no puede dejarse solo a los líderes indígenas, desafortunadamente, algunos de ellos, de los que han logrado educarse y salir de estos entornos de pobreza, gracias a la educación o privilegios de sus comunidades, porque también hay que aclarar que como en toda clasificación tampoco todas las comunidades indígenas son pobres o pobres extremas, algunos de sus líderes, se han dejado contaminar por el sistema, por los vicios de la política, y defienden únicamente el interés propio o los asuntos que atañen de manera directa a su comunidad en particular.

Es por ello que se requiere un esfuerzo conjunto, porque es un problema nacional el que los niños indígenas se estén muriendo, por la falta de conciencia, por la falta de programas que los atiendan de manera directa, porque sus necesidades son específicas y concretas.

Somos los inmersos en el sistema capitalista quienes debemos entender y hacer algo para cambiar, debemos tener la capacidad de reconocer que gracias a la tenacidad y cuidado ancestral de la naturaleza, la población indígena ha sobrevivido como raza, a costa de grandes sacrificios. Que están desapareciendo, por no decir extinguiendo, gracias a la ambición desaforada del hombre del siglo XXI.

Y como todo, los menos favorecidos, los niños de estas comunidades son las víctimas inocentes ¿Qué nos puede mover para dejar de ser indiferentes? Quizás sea bueno recordar que como raza también estamos amenazados porque la naturaleza si es implacable y ella no hace distinciones, y ahora y de manera urgente exigirle al Gobierno que los incluya de manera seria, que incluya a la población menos favorecida  en programas serios, y no asistencialistas, en este caso en programas agrícolas, en planes serios de alimentación para los niños, de acuerdo a sus necesidades, y no a las estadísticas y seguimientos sin sentido del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar –ICBF-, llámese de Caldas o de cualquier otro departamento del país. Programas del Ministerio de Educación como el PAE, adecuado a las necesidades propias de estas comunidades, respetando sus costumbres y tradiciones. La descoordinación de las autoridades se ha hecho evidente; es por ello necesario, que se hagan estudios reales y donde se reconozca que el territorio es algo importante y más aún, para las comunidades indígenas.  Siempre  habrá excusas, entonces que se implementen huertas en terrenos de los municipios, en los que se privilegie a los indígenas y se les enseñe y se les capacite para que puedan tener otras alternativas de vida.

Tenemos la necesidad de adaptarnos a las condiciones cambiantes del entorno. Si los niños son el presente y no pueden recibir ni lo mínimo, debe ser un tema de primer orden del gobierno y de sus legisladores, esta población debe atenderse con la responsabilidad que nos ordena el Estado social de derecho, y por su puesto de acuerdo a los postulados consagrados en la Constitución Política Colombiana.

 

 Adriana Cardona

Adriana Cardona

ADRIANA CARDONA  - ABOGADA DE LA UNIVERSIDAD DE CALDAS.
ESPECIALISTA EN LEGISLACION COMERCIAL Y FINANCIERA DE LA UNIVERSIDAD DE  CALDAS.
ESPECIALISTA EN DERECHO ADMINISTRATIVO  DE LA UNIVERSIDAD DE CALDAS.
ESTUDIANTE DEL ÚLTIMO SEMESTRE DE LA MAESTRIA EN DERECHO PÚBLICO DE LA UNIVERSIDAD DE CALDAS Y DE LA MAESTRIA EN CIENCIAS JURIDICAS DE LA UNIVERSIDAD UNIVALI - BRASIL.
 
Hace parte de la línea de investigación de Maestría,  denominada: Justicia Constitucional y Contencioso Administrativa. Estudio y Ejercicio de Casos, y su tesis de grado en proceso, se denomina: “UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO CONSTITUCIONAL DE POBREZA EXTREMA SEGÚN LA JURISPRUDENCIA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL”, presentada en el Segundo Simposio de Derecho y Política en la Universidad de Caldas.
 
Se ha desempeñado como abogada y asesora en entidades públicas y privadas, en las ciudades de Manizales, Armenia, Pereira, Medellín y Bogotá y en los departamentos de Caldas, Quindío, Risaralda y Valle del Cauca. Actualmente su ejercicio profesional  lo realiza como asesora en el Área de Contratación Estatal, en el Sena Regional Caldas y como asesora jurídica de algunas empresas privadas.
 

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