POBREZA IDEOLÓGICA

11 Abr 2005
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Con independencia de las opciones específicas de la actual política colombiana, y de si se simpatiza con una o con otra, lo cierto es que lamentablemente, para quien mire el panorama con seria intención de análisis, la cuestión ideológica no solamente ha pasado a segundo plano sino que ha desaparecido por completo de la confrontación entre los partidos y, por supuesto, ella nada tiene que ver cuando se trata de diferenciar entre las convicciones del Gobierno y las de la oposición, que no existe, o cuando menos, si existe, no se siente.

 

Tan deplorable es la ausencia de cualquier debate de fondo acerca de los asuntos públicos, que todo gira alrededor de un nombre, el del Presidente de la República, bien que se desee su permanencia en el Gobierno o su no continuidad en el mismo, pero sin la más mínima referencia a su pensamiento o al de sus contrincantes. Y ello, precisamente, por cuanto ni el Gobierno ni quienes dicen oponérsele pueden alegar siquiera algunas ideas y menos construir un conjunto ideológico armónico y coherente que, mostrado públicamente, permita al ciudadano tomar partido a conciencia por uno u otro. Todo lo deciden y manipulan los medios electrónicos de comunicación y las encuestas, que han sustituído íntegramente el debate filosófico y político.

 

En ese escenario, tan pobre ideológicamente  -diríase que huérfano de criterios y objetivos superiores-,  usted es simplemente “uribista” o “antiuribista”, sin que pueda decir qué significa ser una cosa o la otra.

 

Parece que se hubiera prohibido tener ideas, sustentarlas y discutirlas. Se fundan los movimientos y partidos con el objeto de tener el aval necesario para participar en las elecciones, y cuando se pregunta a los fundadores por la inclinación ideológica del movimiento o partido, no es extraña una respuesta similar a: “Ya la buscaremos; vamos a reunirnos para ponernos de acuerdo en eso; lo importante es que nos identifica nuestro apoyo al Presidente Uribe, y lo rodeamos”. O parecida a esta otra: “Eso se verá después. Ahora es necesario luchar por la conformación del partido”. Y no se expresa cuáles serán los ideales del mismo, ni se alude a sus postulados básicos. Al parecer, eso es lo de menos.

 

Exactamente lo contrario de lo que manda la lógica política, que consiste en comenzar por la identificación clara de una coincidencia en criterios, en valores, en principios, en convicciones, en fundamentos ideológicos, en orientaciones conceptuales relativas a la igualdad, la libertad, la justicia, la equidad, y sobre cómo deben ser el Estado, el Gobierno, la economía, la distribución del ingreso, el sistema jurídico, entre otros elementos, para buscar después la asociación que los encarne, como un mecanismo indispensable para llegar al poder, que a su turno es instrumento con el objeto de realizarlos, y solamente al final pensar en otro instrumento: los nombres de quienes puedan, en la coyuntura, representar y sacar adelante en un proceso electoral los ideales que se profesan.

 

Nuestra actual práctica política consiste, en cambio, dentro de la cultura “light” impuesta por la radio y la televisión de la misma índole, en la procura de intereses tan subalternos como los cargos burocráticos, y en función de ellos se decide al final, no ya si se es de una tendencia ideológica o de otra, sino si se entra o se sale del uribismo.

 

Obsérvese que los cardenales en el Vaticano, previamente al Cónclave en el que se elegirá al nuevo Papa, tendrán unas conferencias y varias reuniones acerca de temas como este: “¿Cuál es el momento y cuál debe ser el futuro de la Iglesia?”, y sólo después de definirlo pensarán en nombres.

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
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