LA JUSTICIA Y EL MAREMAGNUM

12 Oct 2013
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POR JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO

Foto: www.elementosdejuicio.com

Que los jueces, fiscales y magistrados suelen  dar “palos de ciego”; que la justicia  “cojea pero llega”; que puede llegar pero que, “como cojea tanto y  llega tan tarde”, pierde su sentido original y se convierte en injusticia; que ella  es solamente “para los de ruana”; que es ciega, “la mayor parte de las veces con carácter irreversible”; que una orden de detención “no se le niega a nadie”; que en los estrados judiciales las formas y solemnidades de los procesos “matan el Derecho”; que  “la verdad procesal suele reñir con la verdad real”; que para ganar un juicio “más vale un mal leguleyo que un gran  jurista”; que en los pleitos “es más útil una mentira contada con enredos que una verdad narrada simplemente”; que es mejor “un mal arreglo que un buen pleito”; que “el fallo justo es harapiento (quizá por sencillo), mientras que el equivocado se viste de gala”; que con inusitada frecuencia “los fallos son para enmarcar”; que “rara vez coinciden las sentencias y el Derecho”…, son algunas de las expresiones que se oyen con frecuencia entre los ciudadanos  acerca del servicio público de la administración de justicia.

En buena medida, tales frases no corresponden a fantasías literarias, a simples chistes de salón  o a especulaciones caprichosas de algún desocupado,  sino que  se fundan en realidades conocidas, y a cada paso se encuentra que  no faltaba  razón a quienes las acuñaron,  seguramente con base en experiencias propias o cercanas.

Infortunadamente, en Colombia, aunque existen  sin duda buenos jueces, fiscales y magistrados -por lo cual no se debe generalizar lo negativo-, los aludidos conceptos se aproximan cada vez más a lo que verdaderamente acontece en muchos estrados:

 La mora en la adopción de las providencias y en la culminación de los procesos es un axioma del cual parte cualquiera que piense en formular una demanda o en presentar una denuncia.

Las equivocaciones y los errores judiciales, en especial cuando se trata de la libertad de las personas o del debido proceso –derechos fundamentales prevalentes-, se están convirtiendo en pan de todos los días. A cada paso tenemos que presenciar en los medios de comunicación las rectificaciones de los funcionarios; la revocación o la nulidad de decisiones judiciales  que se presentaron en su momento con el sello de la invulnerabilidad -o, como ahora dicen, completamente  “blindadas”-, y la inseguridad jurídica se extiende peligrosamente en un sistema  que dice encarnar el Estado de Derecho.

Ya es "normal" que resulte exonerada de toda culpa una persona que lleva meses o años privada de su libertad y que en su momento fue capturada con gran escándalo y presentada como peligroso delincuente.

El fenómeno de pérdida de credibilidad de la Justicia ha llegado en esta materia a tal punto que, en medio del mare magnum compuesto por leyes, decretos, demandas, denuncias, investigaciones, autos, sentencias y novedosas teorías jurídicas, ya ni los propios especialistas en determinada rama pueden responder acertadamente cuál es el estado de la cuestión, hablando en términos de Derecho. Éste –lo sabemos- es relativo y discutible, mas en la época presente ya no sólo tiene esas características que lo distinguen de las ciencias exactas, sino que se ha vuelto manipulable y maleable hasta extremos inconcebibles, porque esa maraña inextricable pone la justicia, no al servicio de la verdad sino del más habilidoso.  

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
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