EL DOCTO VULGO

25 Nov 2012
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POR OCTAVIO QUINTERO

 
Imagen: www.effeta.wordpress.com
 
El Papa se ha metido con lo más sagrado del Pesebre: la mula y el buey, y eso son palabras mayores al común de la gente que no sería capaz de concebir la Cueva de Belén solo con “Jesús, María y José”, SOS muy común entre los paisas, cuando la cosa se pone peluda.
 
El último libro del Papa Benedicto XVI, habla de lo Divino y lo Humano, como resulta obvio en un Papa.  Dice que la Virgen María era virgen antes de la Anunciación, y siguió siendo virgen después de la Natividad.
 
Pero este pasaje del libro es puro relleno pontifical, porque eso no está en discusión. La gente que cree en Dios, no pone en consideración sustancial este milagro, y ni siquiera el de la Resurrección, en tanto en cuenta lo da por cierto, pues, si no, ¿qué se hizo el cadáver?
 
El Papa se mete con San Agustín, el tratadista mayor de los doctores de la Santa Madre Iglesia, como decía Astete, y lo desmiente al afirmar que la Virgen María habría hecho un voto de castidad y se habría comprometido con José para que la protegiera. El Papa señala que esa reconstrucción “está fuera del mundo judío del tiempo de Jesús”.
 
El último libro de Ratzinger es más bien breve (176 pgs.), organizado en cuatro capítulos a saber:
 
El primero está dedicado a la genealogía del Salvador en los evangelios de Mateo y Lucas, muy diferentes ambos, según señala, pero con el mismo significado: la colocación de Jesús en la historia, en la época del emperador Tiberio César.
 
El segundo al anuncio del nacimiento, y Benedicto XVI escribe que leyendo el diálogo entre María y el ángel Gabriel, se ve cómo Dios, a través de una mujer, busca “un nuevo ingreso en el mundo”.
 
El tercer capítulo está dedicado al nacimiento en Belén y, sobre el mismo, señala que María envolvió al niño en pañales y que, “sin sensiblería”, podemos imaginar el amor con el que María se preparó.
 
El cuarto capítulo está dedicado a los Reyes Magos, que representan, según el Papa, a la humanidad “cuando emprende el camino hacia Cristo”.
 
En el epílogo cuenta el último episodio de la infancia de Jesús, quien con 12 años fue al templo de Jerusalén y discutió con los doctores.
 
Todo hasta aquí, muy bien. Nada raro: todo dicho y aceptado. El docto vulgo no se va a espelucar por comprar un libro papal lleno de lugares comunes y rancias reiteraciones doctrinales. Había que ponerle el gancho del marketing. Y entonces, lo último que quedaba incólume en la cristiandad, hasta ahora indiscutible, eran ese par de animalitos que junto a Jesús, María y José, conforman el pesebre desde tiempo inmemorial, a los que el revisionismo de Ratzinger expulsa del Pesebre dejando a los pastorcitos sin su “burrito sabanero” camino de Belén.
 
Eso no se lo van a permitir… De eso yo estoy seguro. La esencia misma de la humanidad está en ese par de animales que son los que dieron calor de vida a la Cueva de Belén y tinte de milagro al nacer un niño que era adorado hasta por los animales, inmensamente más sabios que los hombres.
Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
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