COLOMBIA INDOLENTE

20 Nov 2007
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Las declaraciones judiciales de antiguos paramilitares, parcialmente transmitidas por los medios de comunicación, han sido escalofriantes. Lo que se ha conocido a través de ellas, así como el descubrimiento de fosas y tumbas comunes improvisadas por los delincuentes en distintos sitios del territorio, a donde fueron llevados los mutilados cadáveres de sus víctimas, muestran descarnadamente la atrocidad de los muchos crímenes cometidos, que en su conjunto, unidos a los que comete la guerrilla -en particular a través de la tragedia interminable del secuestro- exhiben a Colombia ante el mundo cual país bárbaro y salvaje como pocos.
 
El país, sin embargo, parece haberse acostumbrado a conocer sin inmutarse  terribles  e inconcebibles relatos  -que superan con mucho a los más afamados escritores del terror- acerca de las "hazañas" de quienes dijeron haberse visto precisados a tomar las armas, los unos -los guerrilleros- para lograr por esa vía las esquivas reivindicaciones sociales de nuestra población; los otros -los paramilitares- con el pretexto de defenderse de la guerrilla, pero todos unidos en su característica principal, en donde no caben las distinciones: su profundo desprecio hacia la vida, la integridad y la libertad de la persona humana.
 
¡Qué dolor tan grande! Nuestra amada tierra colombiana ha sido escenario propicio para las peores expresiones de bestialidad, en una inexplicable cadena de secuestros, torturas, homicidios con todos los agravantes, masacres, cobardía y crueldad sin límites. Y la institucionalidad buscando por todos los medios fórmulas de paz que jamás se cristalizan, y entregando a cambio -sin orden ni concierto, sin una política criminal seria y sin  la más mínima hoja de ruta- normas de impunidad inasibles e impracticables, como las de la famosa ley de justicia y paz, y entregando trofeos no pedidos, como la unilateral liberación de guerrilleros-incluido Granda-, sin fundamento jurídico claro, a cambio de nada e invocando inútiles "razones de Estado".
 
Se conceden autorizaciones presidenciales a mediadores, inclusive militantes de la oposición al Gobierno, y se acude a jefes de Estado extranjeros, con miras a lograr al menos la liberación de secuestrados importantes -olvidando, de paso, a muchos que carecen de la trascendencia política nacional o internacional-; se adelantan reuniones y cumbres, dentro y fuera del territorio; se generan expectativas; se llevan a cabo shows con distintos y renovados actores....y nada se logra. Los secuestrados siguen privados de su libertad, en condiciones infrahumanas y en el más absoluto y real abandono; las pruebas de supervivencia no llegan, y las familias siguen debatiéndose entre la intermitente esperanza y la reiterada frustración.
 
Pero entre la población colombiana todo sigue su curso, como si todo fuera normal.

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
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