CONFLICTO ENTRE DERECHOS

05 Feb 2006
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La publicación de doce caricaturas en el periódico danés Jyllands – Posten y su posterior reproducción en otros medios europeos generó la ola de violencia que el mundo ha presenciado atónito en los últimos días. Las protestas de los musulmanes ofendidos han significado, además de tumultos, heridos y pedreas, la quema de embajadas, amenazas y maldiciones en contra de quienes plasmaron en los dibujos la figura de Mahoma  -contra las prohibiciones del Corán-,  la que fue presentada además de manera irrespetuosa.

Es evidente que el caricaturista y el periódico, quienes sostienen que no pretendieron agraviar, han acudido a las libertades de prensa y expresión, y por supuesto los musulmanes consideran que el tamaño del insulto es enorme y que debe provocar hasta una guerra santa.

Lo que sorprende es que el medio, pese a negar intención malévola alguna, siga sosteniendo que no ofrecerá disculpas a los musulmanes.

Aunque  -claro está-  no puede compartirse la violenta reacción ni son de recibo las varias vías de hecho empleadas por quienes protestan, lo cierto es que, en Occidente, algunos medios, invocando la libertad de expresión, se creen autorizados para atropellar la religión, las convicciones populares, los ritos y solemnidades, y todo lo que en el seno de las iglesias y cultos se tiene por sagrado, sin considerar para nada la  natural sensibilidad de quienes  profesan un credo; sin el elemental respeto que merece el sentimiento religioso aun por parte de quienes no son creyentes.

Sin ir más lejos, los católicos y los cristianos colombianos fuimos ofendidos por las estrambóticas expresiones “artísticas” que el año pasado, en medios de amplia circulación, utilizaron la Última Cena de Cristo como el motivo para retratar a modelos y políticos sin escrúpulos religiosos, sustituyendo a los personajes originales a través de un vulgar montaje. Que sepamos, no se formuló acción judicial alguna contra tales medios, pero bien habrían podido intentarse, a nombre de millones de ciudadanos que, en ejercicio de la libertad plasmada constitucionalmente, profesamos esas creencias y fuimos agredidos injustificadamente.

Los derechos no son absolutos. Llegan hasta donde principian los derechos de los demás, y en cuanto invaden y perjudican éstos, quien invoca los suyos con carácter absoluto pierde legitimidad.

No se siga diciendo, como lo hemos escuchado, que quien no quiera ver las imágenes que le mortifican tiene en su mano la herramienta, pues toda persona puede abstenerse de comprar o de leer la publicación ofensiva. Eso no pasa de ser un inadmisible sofisma, como si se alegara que es lícito injuriar a una persona en público en cuanto ésta puede taparse los oídos para no escuchar las injurias. Proferidas ellas, el mensaje ofensivo está difundido y el daño causado.

En materia de derechos, el equilibrio consiste en que su ejercicio no implique afectar los derechos de otros, y los propios comunicadores debemos esforzarnos en lograrlo.

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
Elementos de Juicio

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