INTEMPERANCIA

06 Feb 2007
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Bajo nivel

 

Nos estamos acostumbrando  -y eso no es edificante-  a la intemperancia verbal, cuyas manifestaciones se producen cada vez con mayor frecuencia, por parte de servidores públicos de todos los niveles y a propósito de las más diversas cuestiones.

 

En el curso de polémicas acaloradas, se dicen muchas cosas sin sustento, se lanzan muchos dardos y se formulan sindicaciones sin el suficiente respaldo probatorio, afectando el buen nombre de las personas y generando en la comunidad una explicable sensación de turbulencia, que nada aporta en beneficio de la paz pública.

 

Han quedado muy atrás las épocas en que los debates de interés nacional se llevaban con la necesaria altura propia de la nobleza que obliga, sin perjuicio de que el lenguaje se utilizara con franqueza para cantar las verdades a los contradictores.

 

La diferencia es de estilo, e infortunadamente el que hoy predomina, sobre la base de que lo cortés quita lo valiente, el nivel de las discusiones públicas se rebaja a niveles verdaderamente deplorables.

 

La dignidad del cargo

En otro aspecto, no es buen espectáculo el que ofrece el Presidente de la República enfrentado verbalmente a los dirigentes de un determinado partido político y a algunos miembros del Congreso, recriminándolos vagamente por hechos delictivos anteriores a la Ley de Indulto que se aprobó  dentro del proceso de paz con el M-19, como si tal ley no hubiese existido y como si ellos no estuviesen hoy  elegidos dentro de un proceso electoral completamente legítimo.

 

La verdad es que la sociedad entera, principiando por el Jefe del Estado, tiene que reconocer tales hechos incontrovertibles, pues mal servicio le prestamos a la paz volviendo a llamar guerrilleros a quienes no lo son, así lo hubiesen sido, y reabriendo en forma recurrente las heridas del pasado.

 

En lo que ahora debemos ocuparnos es en aquello que toda la opinión pública mira expectante: el proceso de la llamada parapolítica y las denuncias y juicios acerca de los vínculos entre funcionarios estatales en distintos niveles y los jefes de las autodefensas.

 

De otro lado, creemos que la dignidad presidencial no debe desgastarse, ni puede descender el Presidente, del nivel que le corresponde, al estrato de los improperios,  ya que es precisamente la respetabilidad de su investidura, y con ella el imperio de las instituciones, lo que está de por medio.

 

Lo más adecuado parece ser que permitamos precisamente que las instituciones y los organismos judiciales y de control operen, evitando el vano propósito de resolver las diferencias a través de discursos pronunciados con enojo, y regresar el Presidente a la ecuanimidad y al nivel superior de su investidura.

 

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
Elementos de Juicio

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