Personajes: Martín Lutero
Fernando Prieto, profesor de Teorías y Formas Políticas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, escribió en su Manual de Historia de las Teorías Políticas lo siguiente sobre Martin Lutero y vale la pena destacarlo aquí en La Voz del Derecho:
“ (…)
Aunque la situación social de la época demandaba un movimiento masivo de reforma religiosa y por tanto hacia probable la aparición de una ruptura con la organización tradicional de la iglesia centrada en el papado romano, la historia hubiera sido muy distinta sin la impronta que en ella ha dejado la personalidad de Martín Lutero. Una personalidad muy recia y rica, vitalista, marcada por un temperamento pasional que explica tanto la profundidad de su fervor religioso como la virulencia de los ataques a sus adversarios en los panfletos e incluso la grosería de algunas expresiones.
Una personalidad por tanto que ha dado materia para distintas interpretaciones e interminables discusiones. Consecuencia y correlato de esta compleja personalidad, es su extensísima y heterogénea obra escrita, que no se deja sistematizar porque casi toda está marcada por su orientación polémica que además, está producida por la presión de las circunstancias.
El 10 de noviembre de 1483 nacía en Eisleben, Martin Lutero. Había ya comenzado los estudios de derecho cuando bruscamente los dejó, dejó todo e ingresó en el Convento de la Orden Mendicante de los Agustinos en Erfurt para dedicarse por entero a la salvación de su alma. Esto ocurría en 1505. La ocasión de este cambio fue la terrible experiencia de una tormenta: un compañero suyo cayó fulminado por un rayo o un rayo fulminó un árbol cercano -los hechos no están bien documentados- y en ese momento el aterrorizado Martín prometió hacerse monje.
La entrega al estudio de la Sagrada Escritura y de la Teología y el fiel cumplimiento incluso agravado de la acética vida conventual no consiguieron tranquilizar su alma, dándole la seguridad de su eterna salvación.
Ordenado sacerdote en 1507, fue enviado a la recién fundada Universidad Wittenberg para dar clase de sagradas escrituras en 1512. En su interior seguía viva la angustia de cómo podría escapar a la ira de Dios, la respuesta la encontró en el descubrimiento de la salvación por la sola fe. El hombre es justificado por la fe independientemente de las obras de la ley, lo halló en Romanos Capítulo 3, Versículo 28, el monje había encontrado por fin su paz interior: la fe.
Aunque Lutero enseñaba en las clases su interpretación de la justificación, quizás esta no hubiera pasado de las aulas sin el incidente de la predicación de la bula de indulgencias. Para financiar la construcción del Templo de San Pedro en Roma, el Papa León X promulgó una bula de la que se podían beneficiar los que además de confesar y comulgar, entregaran una limosna.
Algunos hombres piadosos de Wittenberg que habían comprado la bula, presentaron la carta papal al joven profesor de la Universidad, Martín Lutero, para conocer su opinión. El 1 de noviembre de 1517, el profesor Lutero actuando según costumbre de la época, fijó en la puerta de la iglesia del Castillo de Wittenberg, un papel con 95 tesis escritas en latín. Era un desafío a una disputa pública sobre el valor de las indulgencias y la verdadera penitencia. No hubo disputa por el momento, pero las tesis se difundieron por toda Alemania y entonces comenzaron las disputas públicas entre representantes papales y Lutero. Las posturas se fueron radicalizando y llegó la excomunión en 1521.
Reunida en Worms, la Dieta del Imperio, en el año 1521, bajo la Presidencia de Carlos V, Lutero se reafirmó en sus tesis y rechazó la remisión de su problema a un futuro Concilio, Lutero pudo partir libremente de Worms mientas la Dieta, habiéndose ausentado ya muchos príncipes, aprobaba un Decreto condenando a Lutero al destierro y a sus obras a la destrucción.
Lutero contó entonces con la protección de Federico ‘El Sabio’ de Sajonia que le ofreció refugio en Wartburg, un castillo cerca de Eisenach, es allí, aprovechando los días de retiro forzoso, donde Lutero traduce al alemán la versión latina del Nuevo Testamento hecha por Erasmo, para facilitar la puesta en práctica de sus tesis de que cada cristiano puede, y tiene que ponerse en contacto directo con la palabra de Dios.
Las ideas de Lutero contra la dominación clerical encontraron amplia acogida y se plasmaron en revueltas populares que introducían los cambios religiosos en diferentes ciudades. Pero sobre todo, encontraron su mayor resonancia entre los campesinos que vieron en la doctrina del sacerdocio universal y de la libertad del cristiano, una confirmación de sus antiguas luchas contra las cargas feudales, sus luchas por la justicia y por la propia dignidad. Las peticiones de los campesinos eran en sí mismas moderadas, pedían solamente un alivio de las cargas, pero al darle un apoyo religioso, creyeron que luchaban por la causa de Dios y se sintieron justificados para emplear la violencia.
Como los señores se negaron a escuchar estas reivindicaciones estalló la revuelta en Suabia, para extenderse por las regiones vecinas entre los años 1524 y 1525. Los príncipes las reprimieron con violencia y Lutero les animó con terribles expresiones a restablecer el orden.
Lutero rompió con el movimiento humanista con el que en un principio parecía tener muchos puntos de sintonía. Erasmo que en un principio simpatizaba con los planteamientos del alemán, había tomado distancias cuando este fue excomulgado. Finalmente salió en defensa de una concepción optimista de la naturaleza humana y de su libertad con su obra De libero arbitrio, 1524. Lutero contestó en términos violentos reafirmándose en su tesis de la falta de libertad del hombre para poder hacer alguna obra meritoria ante Dios con su folleto De servo arbitrio, 1525.
Siguen años de expansión de la Reforma a la que se adhiere casi toda la Alemania del Norte y de organización de la iglesia reformada, la autodenominada iglesia evangélica. La experiencia le había enseñado que las comunidades reformadas no eran capaces de autogobernarse eficazmente, que la organización espontánea degeneraba fácilmente en excesos. Por eso, con la mentalidad típica del agustinismo político, proclamó que la autoridad temporal también era responsable de la organización externa de la iglesia y exhortó a príncipes y señores para que cada cual reformara, organizara y gobernara la iglesia en su territorio. Sajonia electorado dio el ejemplo. El príncipe elector se constituyó en el obispo por necesidad nombrando un colegio, el consistorio para el gobierno de la comunidad cristiana.
Los príncipes en sus territorios y las ciudades imperiales se apresuraron a implantar la Reforma, no tanto por fervor religioso, cuanto por interés económico porque se apropiaron de los bienes de la iglesia católica.
Cuando el emperador Carlos, libre por el momento de la amenaza del enemigo francés y del enemigo turco quiso tomar las riendas del asunto, convocó la Dieta de Espira, 1529. Apoyado por la mayoría, Carlos V intentó poner freno a la expansión evangélica, decretando que se prohibía toda otra innovación y que en los territorios reformados habría completa libertad para el culto católico. La minoría evangélica de la Dieta protestó protestierte y los reformados ganaron con el nombre de protestantes -protestanten. Los protestantes comprendieron que el siguiente paso del Emperador sería el recurso a las armas y constituyeron la Liga de Esmalcalda.
El peligro turco y francés de nuevo impidió a Carlos ejecutar sus planes en Alemania. El Concilio por tanto tiempo diferido por fin se reunió en Trento el 13 de diciembre de 1545. Una ciudad del Imperio era Trento, pero los protestantes que se sabían en minoría se negaron a asistir. Dos meses más tarde, el 28 de febrero de 1546 murió Lutero en su mismo pueblo natal, Eisleben, en el curso de un viaje. Su cadáver fue enterrado en Wittenberg.
La guerra contra la Liga de Esmalcalda estalló cuando Carlos tuvo sus tropas a punto en Alemania y se resolvió con la victoria imperial en Mühlberg en 1547.
En el Interim de Ausburgo como medida provisional hasta que el Concilio decidiera, Carlos aceptó la tolerancia de los protestantes y ordenó la restauración del culto católico en todo el Imperio. Era la cumbre de su poder, el momento de realización de su proyecto de monarquía universal. Pero los príncipes alemanes evangélicos se resistieron, no cumplieron el Interim y los católicos temieron la prepotencia de Carlos. De nuevo se encendió la guerra.
La situación alcanzó una solución definitiva en la Dieta reunida en Ausburgo, en 1555, presidida por Fernando, el hermano de Carlos y futuro heredero del Imperio, que acordó la llamada paz religiosa de Ausburgo cuyos términos simplificadamente fueron los siguientes: Cada territorio debía tener la confesión religiosa de su Señor, los súbditos de la otra confesión quedaban en libertad para emigrar. En las ciudades imperiales debían convivir las dos confesiones.
Carlos no aceptó este acuerdo que para él era una derrota pero su actitud no tuvo consecuencias porque al año siguiente abdicaba y dos años más tarde moría en su retiro de Yuste.
Lutero en su librito Sobre la libertad de un cristiano, escrito en 1520, había expuesto las directrices generales para que el cristiano diera el paso desde la vida de fe a la vida civil. La fe tiene que hacerse explícita en las obras, hay que rechazar todo el artificio de las obras religiosas inventadas por los monjes para practicarlas en el convento. El cristiano hace su vida en el mundo donde se relaciona con los demás. Las obras de la fe han de realizarse en la vida civil. El mandamiento del amor se concreta en el servicio al prójimo. Las obras laicas hechas por amor son más santas que las obras religiosas inventadas por los monjes, por tanto el mundo temporal incluida la esfera política, no es un ámbito ajeno a la palabra de Dios, al contrario, toda la obra de Lutero está empapada por la preocupación práctica de cómo ha de comportarse el cristiano en su vida temporal que comprende la familia, el trabajo y la economía, las ciencias, las artes, en resumen toda su vida material y social.
Lutero ha centrado en la palabra vocación toda su reflexión sobre el comportamiento del cristiano en la vida natural. Hasta Lutero, la palabra vocación se usaba para designar la llamada de Dios a la vida sacerdotal o religiosa. Lutero amplía el campo de realización de la vocación, incluyendo las actividades laicas y seculares. Todo cristiano es llamado por Dios a ocupar un puesto concreto en la sociedad, en cuyo desempeño el creyente sirve al prójimo, realiza el mandato del amor al prójimo y glorifica a Dios.
Beruf como sucede también al término vocación designa no solamente la llamada sino también el objeto de la llamada. Beruf es la profesión que asume un cristiano, la profesión y el trabajo puesto en su cumplimiento, se llena de sentido social, pues su sentido más profundo no es el beneficio propio, no es un medio para ganar dinero, aunque Lutero reconoce el derecho del trabajador a la ganancia, sino el servicio a los demás.
Este esquema de la profesión u oficio como vocación, también lo aplica nuestro autor Lutero al ámbito de lo político. Desde el supuesto de la primordial importancia de lo religioso en Lutero, se comprende que su pensamiento político tenga carácter marginal, ocasional y práctico. El reformador explica a los cristianos cómo se han de comportar cristianamente en los asuntos políticos. Por tanto es un pensamiento que nunca pierde su impronta religiosa. Un pensamiento basado en textos bíblicos.
En el fondo a Lutero no le interesa el mundo de la política, pero se vio obligado a reflexionar sobre él con motivo de los disturbios que agitaron a Alemania en los años 1523 a 1525. En esos años, publicó algunos folletos que tienen directa relación con el tema de nuestra historia y por ello deben ser recordados. De la autoridad temporal y hasta donde se le debe obediencia, 1523, Si también los guerreros pueden alcanzar la salvación, 1526.
Cuando llegó el momento de la confrontación armada entre el Emperador y los Príncipes protestantes, de nuevo Lutero hizo unas aportaciones específicamente políticas.
El poder político, es una institución querida por Dios según Lutero para reprimir la maldad, sin él no sería posible la vida del hombre en sociedad. Lutero insiste en que el orden político forma parte del orden providencial querido por Dios para este mundo. La autoridad viene de Dios como enseñaba San Pablo en la Carta a los romanos en su Capítulo 13. Obedecer al poder es obedecer a Dios, en ningún momento tiene Lutero una concepción secular del poder. Los dos regímenes: la palabra y la espada son dos formas por las cuales Dios gobierna a los hombres. Lutero los pone en el mismo plano. Los dos son de origen divino”
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