Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad

22 Dic 2014
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Se dan regalos en la época de Navidad. Ellos se concibieron en un comienzo como expresión de cariño y aprecio; de amistad y de mutua felicitación, a propósito del nacimiento de Cristo y su conmemoración. Pero, infortunadamente, en nuestra época, los hemos desvirtuado. En muchos casos, se han vuelto obligatorios: puro y neto compromiso social. Y hasta se entregan con una sonrisa falsa, que esconde en algunos el sentimiento contrario al sentido mismo de la Navidad y del regalo.
 
Claro, esto no pasa solamente con los regalos de Navidad; también con los que se dan obligatoriamente en los matrimonios y en los bautizos, inclusive con listas, de las cuales -quitando al regalo toda espontaneidad- quien regala no se puede salir. Compromisos, y más compromisos, que en muchos casos son mera hipocresía.
 
Volvamos al sentido auténtico de la Navidad. Al regalo sencillo, quizá pobre, insignificante en su valor material, pero pleno de sincero afecto. Recobremos la autenticidad en las relaciones humanas.
La Voz del Derecho

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