Etimológicamente la palabra gerontocracia del griego geron, viejo y kratos fuerza, expresa el gobierno de los ancianos, la intervención de éstos en los negocios públicos. La acepción etimológica se ha mantenido sin variantes y responde a la figura política que dio nacimiento a este nombre. Meschnikov la aplicó para expresar con ella, el predominio de los elementos antiguos o arcaicos en una sociedad y aunque su intención era meramente sociológica, algunos la interpretaron en el sentido de gobierno anacrónico y llegaron a ver en él un vicio o una enfermedad del grupo social. Nada de eso a nuestro entender, la gerontocracia como la ginecocracia, responden a modos de conducta y a estilos de vida de los pueblos en sus relaciones sociales.
Para comprender la bondad del régimen gerontocrático, al menos en una de sus manifestaciones, baste considerar que dio nacimiento al Senado romano, una de las instituciones públicas más perfectas de todos los tiempos y que merced a sus beneficios ha perdurado hasta nuestros días aunque ajustado su desempeño a la realidad política contemporánea.
Estudiada aisladamente, la gerontocracia constituyó una institución de características superiores y de una finalidad tan elevada como que tuvo entre sus múltiples funciones la de interpretar las leyes divinas. Se constituyó, así mismo para evitar la autocracia y la arbitrariedad, y mientras existió desterró el despotismo. He aquí otro gran mérito de que fue beneficiaria la civilización durante siglos.
Si se la estudia frente a los derechos de la juventud y a sus aptitudes de gobierno, en lo que hemos denominado disputa del poder por las edades, es natural que la gerontocracia ofrezca muchos blancos a la crítica, más como la juventud ha triunfado sobre toda otra edad a la gerontocracia se la estudia como hecho histórico.