Los acontecimientos se han precipitado a una velocidad no prevista, y minuto a minuto se agrava la crisis entre Colombia y Ecuador, con el aditamento -que hemos debido prever- de la intervención venezolana en el conflicto, toda vez que Chávez, lleno de resentimiento, no podía perder la ocasión para estimular el choque entre Uribe y Correa, por supuesto tomando partido.
Desplazamiento de tropas a la frontera colombo-venezolana; desplazamiento de tropas a la frontera colombo-ecuatoriana; retiro de los embajadores de Venezuela y Ecuador, y cierre de las misiones diplomáticas; expulsión de los embajadores colombianos en Caracas y en Quito; ruptura unilateral de las relaciones diplomáticas entre Ecuador y Colombia, siendo muy posible que Venezuela opte por el mismo camino; cierre de la frontera entre Colombia y Venezuela, con la posibilidad de que se produzca igual hecho en el caso de la frontera con el Ecuador.
A todo lo cual se añade la guerra de comunicados y acusaciones, y una intensa exposición mediática de distintos funcionarios colombianos, venezolanos y ecuatorianos. Supuestas revelaciones contenidas en computadores hallados e incautados al lado de los delincuentes muertos, que también supuestamente contienen documentación comprometedora en contra de funcionarios de los tres países. Por cuanto -dicen en Venezuela- si Colombia tiene el computador de Raúl Reyes, nosotros tenemos el de alias Jabón, y las relaciones entre los países se reducen ahora a la formulación de cargos en los medios de comunicación, con la marcada intención de cada uno de propinar al otro un golpe mediático más fuerte.
Es claro -y no lo debemos ocultar- que durante la operación militar que tenía por propósito matar a Raúl Reyes se penetró en territorio ecuatoriano, sin autorización y sólo con una llamada presidencia a posteriori. Pero también es cierto -y no lo debe eludir Correa- que el Ecuador albergaba en su territorio a los guerrilleros, que a juzgar por las armas encontradas en su poder, no tenían propiamente buenas intenciones hacia Colombia.
Pero ha brillado por su ausencia la diplomacia; los gobiernos han entrado en una vertiginosa cascada de creación de hechos; ha faltado el trato jurídico del tema, y en medio de esa lucha de comunicados y cargos, están los tres pueblos hermanos mirando atónitos a sus dirigentes, que los quieren conducir por sus pasos contados a una guerra absurda.