Cuando esta columna sea publicada, ya se habrá llegado probablemente a un acuerdo entre el Presidente del Partido de "la U", Luis Carlos Restrepo, y el Presidente de la Cámara de Representantes, Germán Barón, en el sentido de que el primero retire la recusación contra el segundo para designar a quienes por esa Corporación habrán de integrar la Comisión de Conciliación que pacte el texto unificado sobre referendo reeleccionista, que posteriormente será sometido a las plenarias de ambas cámaras.
La idea de Restrepo era, al parecer, evitar unos conciliadores de Cámara contrarios al referendo, pero lo único que logró fue complicar el asunto.
Sin duda, la recusación fue una torpeza, pues el recusante partía de la base de que ya el Presidente de la Cámara tiene tomada una posición sobre el referendo (en contra), y pensó que ello lo inhabilitaba para cumplir una función que le asigna expresamente el reglamento del Congreso (Ley 5ª de 1992), sin considerar que, de ser aceptada la recusación, otro representante debería hacer la designación, y que éste también podría ser recusado; y también quien lo reemplazara; y quien reemplazara a este último, y así, en una cascada interminable de recusaciones que, a la postre, frustraría por completo el trámite del referendo.
La base de la recusación -haber tomado partido- es absurda, ya que todos los congresistas lo han hecho; y todos los presidentes de las cámaras son congresistas, y tienen posiciones tomadas, y votan en algún sentido respecto a todos los proyectos que se tramitan en el Congreso.
Si siguiéramos a Restrepo, también el Presidente del Senado, Hernán Andrade, podría ser recusado para el mismo efecto por ser conocida su posición a favor del referendo, lo cual es perfectamente legítimo.
Ahora ocurre que, habiéndose enredado el trámite por cuenta de la recusación, el doctor Restrepo estima que ella puede ser negociada, y eso también resulta equivocado. Las recusaciones se presentan por convicción. Y se justifican cuando, en cabeza de un congresista, existe alguna causal de impedimento para participar en la discusión y votación de un proyecto. Hay que darle la oportunidad de declararse impedido, y debe tratarse de una verdadera razón para separarlo de la decisión. Ninguna de esas exigencias fueron cumplidas en este caso.
Queda el incidente como otro error más de los muchos que se han cometido durante este trámite accidentado del referendo reeleccionista.