Tiene razón el Comandante de las Fuerzas Militares, General Freddy Padilla de León: durante el año que termina, fue horrendo -y , por supuesto, vergonzoso para el Ejército y para el país- el continuado episodio hoy todavía no suficientemente investigado, ni aclarado- conocido por la denominación genérica de falsos positivos, es decir, la actuación criminal de miembros de la Fuerza Pública en la desaparición y muerte de jóvenes que, atraídos por ofertas de trabajo o ganancia, salieron de sus casas en distintos lugares del país, para ir sitios distantes en donde se los sacrificó cobardemente, y después se los presentó como dados de baja en combate con el Ejército.
No fue menos horrendo todo infanticidio lo es, por definición- el secuestro y posterior asesinato del niño de Chía, por orden de su padre cobarde como el que más y en buena hora condenado a sesenta años de prisión-, con el bajo propósito de que el menor no estorbara la relación con su nueva amante.
Desde luego, el secuestro -que infortunadamente sigue siendo una práctica en ejecución en Colombia, pese al rechazo contundente que la sociedad ha expresado en todos los tonos- constituye una de las formas criminales de mayor sevicia; que muestra un grado infinito de crueldad, y una contumacia inaceptable.
A este último respecto, llega en Navidad una respuesta del secretariado de las FARC a la comunicación dirigida por académicos, en la cual se proponía la búsqueda de mecanismos propicios para la liberación de los cautivos que todavía permanecen en manos de esa organización guerrillera. Liberación unilateral, por razones humanitarias, de Alan Jara, Sigifredo López y cuatro uniformados.
La noticia es positiva, aunque lo deseable sería la libertad inmediata de todos los secuestrados. Y lo es por cuanto la recuperación de la libertad de uno solo es valiosa en sí misma, y el Estado debe facilitarla no importa que no provenga de su propia actividad-, sin precipitarse a calificarla de celada o de trampa, como equivocadamente, a nuestro juicio- lo ha hecho ayer el Presidente de la República. La libertad de secuestrados es un objetivo nacional de primer orden.
Pero simultáneamente y de manera contradictoria, que no entendemos- son secuestrados diez campesinos del Meta, indefensos e inofensivos. ¿Fueron las FARC? No lo creemos, pero, si lo fueron, además de un delito atroz, ese hecho es una estupidez.