POR RICAURTE LOSADA VALDERRAMA
Foto www.registraduria.gov.co
El pasado miércoles cuatro de julio se cumplieron 21 años de haberse expedido la Carta Política vigente.
Reconociendo que Ella tiene muchos aspectos positivos que se deben conservar con celo riguroso, en 1991 se desperdició la mejor oportunidad registrada en nuestra historia para haber aprobado un Estatuto que le hubiera trazado al Estado y a la sociedad unas grandes directrices, evitando así el exagerado reglamentarismo y extensión que caracteriza a la Carta Política, y que, aunque averiada y desconocida, sobre todo en estos últimos días, llegó a su mayoría de edad.
Si la Asamblea Constituyente hubiera actuado con mayor visión de futuro y permanencia, la Constitución no habría sido reformada ya treinta y siete veces, sino que a través de parámetros y propósitos generales, se habían podido definir claramente los principios, valores y normas generales que nos habrían dado una mayor estabilidad institucional, la cual es indispensable en la vida, destino y desarrollo de los pueblos.
Será útil recordar entonces el proceso político que dio origen a la Carta, sus antecedentes, aciertos y equivocaciones, las consecuencias de las reformas que se le han introducido, así como sus efectos sobre la vida del país, entre otros aspectos.
Al contrario de lo que generalmente se afirma, hemos tenido una gran inestabilidad institucional, al punto que esta Constitución es ya la segunda más antigua de las nueve que con carácter nacional nos han regido, pues hubo muchas otras expedidas por las provincias, en razón a la euforia federalista que embargó a la mayoría de los iniciadores de la República, en lo que se equivocaron de manera rotunda desatendiendo el llamado del Precursor Antonio Nariño, sobre la necesidad de haber establecido entonces un Estado unitario que convenía a la naciente organización política, y el cual, de pronto hubiera evitado la reconquista española, siendo justamente por esto que dichas Cartas Políticas quedaron convertidas en letra muerta.