POR OCTAVIO QUINTERO
Cuando las palabras pierden su significado, el pueblo pierde su libertad; si el lenguaje es incorrecto, la gente no tendrá donde poner sus manos ni sus pies, enseña Confucio, citado en el libro “La mentira organizada”, del suscrito.
Tal parece ser una de las muchas causas que hacen de Colombia un país llevado por el anticristo de la corrupción, en términos del Papa Francisco.
Por supuesto, un análisis de este tema, resultaría muy complejo y extenso, no obstante lo cual, un par de ejemplos resultan elocuentes:
1). La Constitución prohíbe la intervención en política de los funcionarios públicos… Pero el término ha sido dejado al arbitrio de la interpretación acomodaticia del juez de turno.
Un Procurador, como Ordoñez, puede calificar de “intervención en política” el salto de una pulga o hacerse el bobo ante el tropel de un elefante.
El presidente Santos se fue a Paipa, al “seminario de retiros espirituales de la U”; allí participó abiertamente en los temas a discutir, entre otros, la conformación de los cuadros directivos de la próxima campaña política, en caso de que él se lance a la reelección.
Un agudo analista de notas “confidenciales” dice muy gráficamente: “Si eso no participar en política, Bolívar no fue libertador de cinco repúblicas”…
2). La Constitución establece inhabilidad de elección a todas aquellas personas que tengan familiares en cargos públicos capaces de influir en su elección, pero esa prescripción, conocida como “conflicto de interés”, no cobija, de vuelta, al elegido para que tenga familiares cercanos al servicio del Estado.
Tal el caso de muchos congresistas, pero que en aras de abreviar, valga mencionar tres:
- Aurelio Iragorri (del Cauca), padre del actual Secretario General de la Casa de Nariño y, Eduardo Gechem (del Huila) padre del viceministro del Interior que, curiosamente, ambos llevan los mismos nombres de sus progenitores; y el tercer caso, Villegas, quien tiene a su hermana, Miriam, como actual directora del Incoder.
Es decir, si se busca transparencia en la administración pública, debiera prohibirse en todo tiempo y lugar unas relaciones consanguíneas tan directas, no solo ex - ante, sino después de…
Cuando en lenguaje no es claro, en los términos de Confucio, lo que se invita a la gente es a buscar la trampa, el atajo o la falsa interpretación para eludir la norma. Y ello es una corrupción que imprime deshonor al político y al funcionario público involucrados en lo que se trata de evitar.
En la misma línea van los casos del exembajador en Washington y del banquero Luis Carlos Sarmiento Angulo que, ayudados por la letra menuda, la falsa interpretación de las normas; el atajo, andan envueltos en la escandalosa usurpación de baldíos que estamos presenciando.