LA DEPLORABLE IMAGÉN DE COLOMBIA ANTE EL MUNDO

24 Jun 2009
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En vez de lograr  que el concepto existente en el exterior  sobre Colombia –negativo en grado sumo, como nos consta directamente-  mejore un poco, tal parece que nuestros funcionarios están empeñados en hacerlo todavía más negativo;   en que sigamos siendo vistos como salvajes; en que nuestra democracia  se palpe y se vea  en otros países como de mentiras.

Así, después de dos años de crisis  caracterizada por investigaciones, procesos, detenciones y condenas contra un altísimo número de congresistas, por posibles  vínculos y acuerdos con organizaciones paramilitares, y tras  el escándalo de  la compra de votos y  los cohechos  –hoy ya fallados por la Corte Suprema en sentencias definitivas-  durante el trámite de la enmienda reeleccionista de 2004 –la “reforma de Yidis y Teodolindo”-,  en el mundo será muy difícil explicar  por qué el Gobierno colombiano  pretende reformar otra vez la Constitución para retornar a  un sistema que, lejos de establecer normas exigentes con miras a  un Congreso digno y autónomo, obstruía con trámites políticos  la administración de justicia cuando se trataba  de delitos cometidos por integrantes de las cámaras. Como quien dice,   premiar las costumbres políticas corruptas, asegurándoles en adelante la impunidad,  y castigar al órgano que las ha venido investigado y sancionando -la Corte Suprema de Justicia-, despojándola de su función. Ha actuado demasiado bien, y eso, en Colombia, está mal, según la óptica vigente.

Al mismo tiempo, cuando el mundo entero está pendiente de lo que ocurre con algo tan tenebroso como el sistemático plan criminal  denominado con el generoso nombre de  “falsos positivos” –en realidad, horrendos crímenes de lesa humanidad-, como lo acaba de reiterar el relator de Naciones Unidas que visitó recientemente al país, el Gobierno decide cerrar toda posibilidad de reparación administrativa –siquiera en parte- a las miles de víctimas de esos y otros gravísimos delitos; hundir la denominada “ley de víctimas”, al borde mismo de su aprobación, por razones económicas de última hora antes jamás invocadas, y con cifras que varían de hora en hora en varios billones de pesos; absolver “in genere”  a los autores de esas conductas cuando son agentes estatales –en vez de pedir su ejemplar castigo por haber enlodado  al Estado y al Ejército- , y dejar a los damnificados en la más absoluta desprotección.

Simultáneamente, los victimarios  son cobijados de manera anticipada y por vía general, con una ley mediante la cual se disfraza un indulto, por el principio de oportunidad extendido inconstitucionalmente, y antiguos guerrilleros sobre cuyos crímenes nada sabremos jamás  son designados  “gestores de paz”  o enviados con gastos pagos  al exterior, sin proceso alguno.

Se preguntan por fuera: ¿será posible  esperar que alguna vez diga algo  la Defensoría del Pueblo –para la cual los “falsos positivos” parece que no existieran-; que la Procuraduría vigile que se haga justicia, en vez de regañar a quienes administran justicia por hacerlo,  y que el Gobierno deje de discriminar entre crímenes de organizaciones ilegales y crímenes de agentes estatales?

 

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
Elementos de Juicio

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