JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
Lo significativo de la marcha adelantada ayer en las distintas ciudades del país radica en la coincidencia entre muchas tendencias políticas, entre muchos sectores y entre muchos ciudadanos en puntos centrales: Colombia está cansada de la violencia; no quiere seguir buscando la paz por el camino de la guerra; quiere el diálogo; quiere una salida pacífica del conflicto armado.
Este 9 de abril no solamente se conmemoraba un aniversario más –el número 65- del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el más grande amigo de la paz, víctima de la violencia, la intolerancia y el extremismo, males que tras estos años nos siguen aquejando. También es el día señalado por la ley como fecha de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del conflicto armado interno. Como lo hemos expresado respecto a otros días de celebración o conmemoración de algo –día de la madre, del padre, del periodista, del abogado-, sería mejor que de manera permanente se pensara en el objeto y en los sujetos homenajeados, es decir, que los otros días del año no fueran –no deben ser- los días del olvido, pero debemos entender que se trata de símbolos; de mecanismos ordenados a recordar aquello que merece especialmente ser recordado, para que no se pierda en el barullo cotidiano, para que se tenga en cuenta.
Así entendido, el día dedicado a las víctimas de la violencia reviste, de suyo, gran importancia, y este año ha coincidido con el hecho de que, en busca de la terminación del conflicto que les ha causado daño, se adelantan en Cuba los diálogos entre voceros del Gobierno y la guerrilla con miras a ese objetivo. Entonces, varios propósitos se unieron para que tuviera lugar esa expresión popular en procura de la paz.
Los colombianos hemos tenido que vivir en medio de la violencia generada por el conflicto armado durante varias décadas, y la verdad es que estamos cansados. Cansados de las posiciones ideológicas extremas que buscan imponerse mediante la violencia. De la lucha entre compatriotas integrantes del mismo pueblo –que lo son tanto los guerrilleros como los soldados y la población civil, injustamente prisionera del conflicto-. Cansados de los secuestros. De las minas antipersonas. De los reclutamientos de niños. En fin, cansados de las invitaciones a la guerra, que todos los días nos extienden los extremistas de todas las tendencias.