POR OCTAVIO QUINTERO
Imagen: elrepuertero.cl
Infiltrar es un verbo de significado muy sutil, pues, cuando se acusa que algo, -cualquier cosa- está infiltrado de algo –cualquier otra- la imaginación tiende a creer que el agente que se infiltra domina al agente infiltrado.
Una lectura desprevenida del verbo infiltrar nos indica que la infiltración puede ser física o ideológica… Y ese es el quid a tener presente en el análisis de los actuales movimientos sociales que sacuden a Colombia.
De entrada, es probable que de manera física los movimientos estén infiltrados por elementos subversivos, en el entendido en que se aprovechan de las marchas campesinas y gremiales y los paros sociales para introducir en ellos sujetos que pueden llegar solapadamente a extremos de agitación y violencia.
Pero, también en estos eventos, y se ha comprobado, la infiltración física puede darse del lado de las autoridades encargadas de mantener el orden cuando requieren de una excusa para acometer con violencia de Estado el sofocamiento de las luchas por la reivindicación social.
La segunda acepción ideológica del verbo infiltrar es también bien interesante, pues, aquí la infiltración es de ideas, nociones o doctrinas en el ánimo de la gente.
Denota la segunda acepción un proceso, y es lo que se registra actualmente en Colombia: un proceso de protesta social infiltrado –ideológicamente- por una oposición al gobierno, lo cual viene a ser absolutamente válido en una democracia. Y es por eso que, aunque parezca contradictorio, aparecen dirigentes políticos tan distantes y distintos como Laufori y Robledo coincidiendo en afirmar que el levantamiento del Catatumbo y las protestas sociales obedecen al mal gobierno.
La sutiliza del presidente Santos y su ministro del Interior al acusar al Polo y al senador Robledo de estar infiltrando las protestas del Catatumbo y las marchas campesinas y gremiales, tenía la clara intención de responsabilizar a ese Partido y al senador, de los actos de violencia que se han registrado en las protestas sociales y excusarse –de paso- de investigar un poco más a ver si los hechos están siendo provocados por infiltración física de la guerrilla o de las autoridades, o de ambos.
Algo de lo último tiene que haber habido, pues, cayó muy mal en las altas esferas del Estado la observación del delgado de la ONU para los Derechos Humanos, al punto que parece ser el motivo por el cual se redujo de tres a un año el convenio para su “incómoda” estadía en Colombia.
Si honestamente el gobierno, en vez de estar buscando “chivos expiatorios” se aplicara en las causas de la protesta social, podría concentrarse en su solución, no propiamente mediante el sofocamiento físico, pues, esto de nada ha servido ni antes, ni ahora, ni nunca; ni aquí ni en Cafarnaúm.
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Fin de folio: al paso que vamos, para cuando el gobierno y las Farc hayan logrado un acuerdo de paz en la Habana, ya estaremos en guerra los que hoy estamos en paz.