EL NUEVO CONGRESO

21 Jul 2010
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Certidumbres e inquietudes

 

EL NUEVO CONGRESO

 

                                                                       José Gregorio Hernández Galindo

 

 

Son muchos los asuntos que ocuparán la atención de los congresistas recién posesionados, cuyo buen desempeño en los próximos cuatro años resulta un imperativo si la institución quiere recuperar  en algo su antiguo prestigio, hoy prácticamente desaparecido.

 

Ahora bien, la causante de la pérdida de respetabilidad  y de la pésima imagen del Congreso ante  los colombianos y ante el mundo ha sido la conducta de muchos de sus integrantes, proyectada injustamente sobre toda la institución. Una institución esencial  e insustituible en una democracia, a la que, por tanto, tenemos que recuperar, y en ese propósito debe comprometerse el país entero, para que no se vuelvan a escuchar  las palabras insensatas e irresponsables  de quienes abogan por  su cierre o supresión.  

 

Este Congreso se ha instalado el 20 de julio tras un demorado,  accidentado y muy controvertido proceso de escrutinio que apenas culminó pocas horas antes  de la sesión inaugural, y entra en funciones bajo la mirada desconfiada de la opinión pública, y con la expectativa de lo que podrá pasar en los procesos penales que cursan contra varios de los congresistas y con las demandas de nulidad electoral que ya se anuncian, debido a las muchas irregularidades detectadas en los comicios del 14 de marzo.

 

Bien se sabe que las mayorías, tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, estarán del lado del gobierno que se inicia el próximo 7 de agosto. Lo que se espera es que el nuevo presidente de la República, doctor Juan Manuel Santos,  formule ante el Congreso un paquete de proyectos  que le permita sacar adelante, con el apoyo de los partidos políticos integrantes de  la coalición conformada,  sus principales propuestas de campaña, y pensamos que ese trabajo conjunto  debería extenderse a una genuina reforma del Congreso –mucho más profunda y radical que la denominada reforma política del año pasado- con miras a la restauración de su credibilidad. Y por supuesto, Gobierno y Congreso están llamados a introducir cambios trascendentales en lo que respecta al sistema electoral, que se encuentra en crisis.

 

Pero no solamente eso. Sin perjuicio de la colaboración entre las ramas del poder público para lograr los fines del Estado (art. 113 C. Pol.), y aunque exista una mayoría gobiernista en las dos cámaras, los senadores y representantes  deberían considerar la necesidad de restablecer  la identidad y la autonomía del Congreso, de modo que no caiga en la vergonzosa posición de dependencia  que ha caracterizado a los congresos que lo precedieron, completamente anulados por el Ejecutivo.

 

Este es el Congreso del Bicentenario, y debería honrar ese título, que simultáneamente implica un desafío.

 

 

Modificado por última vez en Sábado, 28 Junio 2014 20:16
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