Reflexiones. Por Clara Patricia Montoya Destacado

Reflexiones. Por Clara Patricia Montoya Imagen tomada de: https://www.revistamira.com.mx/2016/05/01/milan-kundera/

MILAN KUNDERA Y LOS TIEMPOS QUE CORREN.- Hoy 1° de abril de 2019, cumple 90 años el novelista, dramaturgo y ensayista Milán Kundera. No es mi intención recordar su nombre haciendo un repaso de su obra escrita; aunque justo es admitir que Kundera  se conoce es por sus libros, porque no es amigo de las entrevistas.

 

 

Sin embargo, aunque pocos, algunos han tenido la suerte de entrevistarlo y como bien dijo uno de los afortunados, el escritor y periodista español Sergio Vila-Sanjuán, la realidad es que mientras entrevistaba a Kundera, sudaba:  

 

Pocas cosas hay más fáciles en el mundo que hacer hablar a la gente. A casi todo el mundo le gusta explicar sus ideas y sus vivencias. Y cuando se trata de autores o actores o creadores de cualquier tipo en gira promocional, aún más.

Pero ese no era su caso. Lancé mi primera pregunta y el escritor permaneció callado, mirándome fijamente, mientras el tiempo empezaba a correr. Tic tac, tic tac. Kundera no contestaba. Yo no sabía si es que no entendía mi mal francés o que alguna cosa le había molestado. Tic tac, tic tac.

Balbuceé una segunda pregunta. Sudaba.

Y entonces, y sólo entonces, de forma pausada y elaborada, con brillantez, Kundera arrancó a contestar la primera.

Lo mismo ocurrió con la segunda, con la tercera y con la cuarta. Kundera no se decidía a responder, hasta que yo, desesperado, pasaba a otro tema. No desplegaba la charla automática del escritor en promoción. ¡Kundera realmente meditaba sus respuestas!”. https://www.zendalibros.com/encuentro-milan-kundera-1982-totalitarismo-estimula-erotismo/

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Con el respeto que le debo a un escritor de la talla de Milán Kundera, transcribo de la Tercera Parte de su novela La Inmortalidad, publicada en marzo de 1990 en España por la editorial española Tusquets, unos apartes del capítulo que el novelista tituló “La imagología”.

Casi 30 años después de escrita esta novela, corren tiempos de meras imágenes construidas para vender objetos y vidas artificiales qué, tal vez, no van más allá de la construcción de sus artífices; y, sin embargo, como un gran pedazo de tontos, consumimos todo lo que se nos pone a nuestros pies: definición de lo que es una persona exitosa, nombres de políticos de turno, personajes influyentes, colores y modelos de todo lo que debemos usar, etc.

Son los tiempos de la imagen “arte-hecha”; de los tops 10, de subir y bajar candidatos con noticias falsas; de crear alarmas -sin fundamento- para inclinar la opinión popular, a favor o en contra de una determinada persona, hasta acabarla o enaltecerla; o, simplemente de decir mentiras para sacar verdades. Es un río revuelto, totalmente ajeno a la realidad, donde se mueve como un pez en el agua, la embaucadora imagen.

No cabe duda que el escritor en su novela “La Inmortalidad”  reflexiona de forma divertida sobre el cómo la realidad ha sido desplazada por la imagen y, quiénes -en últimas- son los responsables de convertir el mundo de las históricas ideologías en superficiales imagologías.

“La imagología.-

“El político depende del periodista. ¿Pero de quien dependen los periodistas? De los que pagan. Y los que pagan son las agencias publicitarias, que compran de los periódicos el espacio y de la televisión el tiempo para sus anuncios.

(…)

¡Imagología! ¿Quién inventó primero este magnífico neologismo? (…)…esta palabra nos permite finalmente unir bajo un mismo techo lo que tiene tantos nombres: las agencias publicitarias, los asesores de imagen de los hombres de Estado, los diseñadores que proyectan las formas de los coches y de los aparatos de gimnasia, los creadores de moda, los peluqueros y las estrellas del show business, que dictan la norma de la belleza física a la que obedecen todas las ramas de la imagología.

Claro que los imagólogos existían antes de que hubieran creado sus poderosas instituciones, tal como las conocemos hoy. Hasta Hitler tenía su imagólogo personal, que se ponían ante él y le enseñaba pacientemente los gestos que debía hacer durante sus discursos para fascinar a las masas. Sólo que si entonces aquel imagólogo hubiera dado a los periodistas una entrevista en la que hubiese divertido a los alemanes contándoles que Hitler no sabía mover las manos, no habría sobrevivido más de medio día su indiscreción. Hoy, en cambio, el imagólogo no sólo no oculta su actividad sino que con frecuencia habla en lugar de sus hombres de Estado, le explica al público lo que les ha enseñado y lo que ha logrado que olvidaran, cómo van a comportarse, de acuerdo con sus instrucciones, qué formulas utilizarán y qué corbata llevarán puesta. Y no debe extrañarnos su autosuficiencia: la imagología ha conquistado en las últimas décadas una victoria histórica sobre la ideología.

Todas las ideologías fueron derrotadas: sus dogmas fueron finalmente desenmascarados como simples ilusiones y la gente dejó de tomarlos en serio.

(…)

La realidad era más fuerte que la ideología. Y precisamente en este sentido la imagología la superó: la imagología es más fuerte que la realidad, que por lo demás hace ya mucho que no es lo que era para mi abuela, que vivía en un pueblo en Moravia y lo conocía aún todo por su propia experiencia: cómo se hornea el pan, cómo se construye una casa, cómo se mata un cerdo y se hacen con él embutidos, qué se pone en los edredones, qué piensan del mundo el señor cura y el señor maestro; todos los días se encontraba con todo el pueblo y sabía cuántos asesinatos se habían cometido en los alrededores en los diez últimos años; tenía por así decirlo, un control personal sobre la realidad, de modo que nadie podía contarle que el campo moravo prosperaba cuando en casa no había qué comer. Mi vecino de París pasa su tiempo en una oficina en la que está ocho horas sentado frente a otro empleado, después coge su coche, vuelve a casa, enciende el televisor, y cuando el locutor le informe del sondeo de opinión pública según el cual la mayoría de los franceses ha decidido que su país es el más seguro de Europa (no hace mucho leí semejante sondeo), abrirá de pura felicidad una botella de champagne y jamás sabrá que ese mismo día se cometieron en su calle tres robos y dos asesinatos.

Los sondeos de opinión pública son el instrumento decisivo del poder imagológico, que gracias a ellos vive en total armonía con el pueblo. El imagólogo bombardea a la gente con preguntas: ¿cómo evoluciona la economía francesa?, ¿habrá guerra? (…) ¿Está Hungría en Europa o en Polinesia? ¿Cuál de los hombres de Estado del mundo es más sexy? Y como la realidad es para el hombre de hoy un continente cada vez menos visitado y menos amado, para lo cual tiene motivos suficientes, los veredictos de los sondeos se han convertido en una especie de realidad superior o, por decirlo de otra manera, se han convertido en la verdad. Los sondeos de opinión pública son un parlamento en sesión continua que tiene la función de crear la verdad, la verdad más democrática que jamás haya existido. Como nunca entrará en contradicción con el parlamento de la verdad, el poder de los imagólogos vivirá siempre en la verdad y, aunque sé que todo lo humano es perecedero, no soy capaz de imaginar qué es lo que podría acabar con este poder.

En cuanto a la comparación entre la ideología y la imagología, querría añadir lo siguiente: las ideologías eran como enormes ruedas tras el escenario que daban vueltas y ponían en movimiento las guerras, las revoluciones, las reformas. Las ruedas de la imagología dan vueltas, pero esto no incide sobre la historia. Las ideologías luchaban unas contra otras y cada una de ellas era capaz de llenar con su pensamiento toda una época. La imagología organiza ella misma la alternativa pacífica de sus sistemas al ritmo veloz de las temporadas. (…)…las ideologías pertenecían a la historia, mientras que el gobierno de la imagología comienza allí donde termina la historia.

La palabra cambio, tan querida por nuestra Europa, ha adquirido un nuevo significado: no significa un nuevo estadio de una evolución continua (como lo entendían Vico, Hegel o Marx) sino un desplazamiento de un sitio a otro, de un lado a otro, de aquí hacia atrás, de atrás hacia la izquierda, de la izquierda hacia adelante, (tal como lo entienden los sastres que inventan un nuevo modelo para la nueva temporada). Si los imagólogos han decidido que en el club de gimnasia (…) todas las paredes estarán recubiertas de enormes espejos no es porque los que hacen gimnasia necesiten observarse durante sus ejercicios, sino porque en la ruleta imagológica el espejo se ha convertido en este momento en un número afortunado. Si en el momento en que escribo estas páginas todos han decidido que Martin Heidegger debe ser considerado un delirante y un perro sarnoso no es porque su pensamiento haya sido superado por otros filósofos, sino porque la ruleta imagológica se ha convertido en un número desafortunado, en un anti-ideal. Los imagólogos crean sistemas de ideales y anti-ideales, sistemas que tienen corta duración y cada uno de los cuales es rápidamente reemplazado por otro sistema, pero que influyen en nuestro comportamiento, nuestras opiniones políticas y preferencias estéticas, en el color de las alfombras y los libros que elegimos, tan poderosamente como en otros tiempos eran capaces de dominarnos los sistemas de los ideólogos.

Tras estos comentarios puedo volver al comienzo de la reflexión. El político depende del periodista. ¿De quién dependen los periodistas? De los imagólogos. El imagólogo es un hombre de convicciones y de principios: exige del periodista que su periódico (canal de televisión, emisora de radio) responda al sistema imagológico de un momento dado. Y eso es lo que los imagólogos controlan de tanto en tanto, cuando deciden si van a apoyar a éste o a aquel periódico”.

 
Modificado por última vez en Martes, 09 Abril 2019 07:55
Clara Patricia Montoya Parra

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