Informa la revista Newsweek que ha sido descubierta por un historiador israelí –Gad Kroizer-, que investigaba sobre viejos edificios policiales británicos en Israel, una cárcel ultrasecreta denominada “1391”.
Allí, según la información, Israel ha mantenido árabes aislados por años; ha impedido visitas de la Cruz Roja a los reclusos, y supuestamente ha torturado a los presos.
De acuerdo con lo dicho por árabes que han sido recluidos en la 1391, el edificio es centro de interrogatorio de una unidad de la inteligencia militar israelí, cuyos miembros -hablantes del idioma árabe- son entrenados para arrancar confesiones a los militares más duros.
Algunas de las prácticas llevadas a cabo en la 1391 se parecen a las divulgadas mundialmente relativas a la actividad de tropas norteamericanas en Abu Ghraib: desnudez como táctica de humillación; fotografías comprometedoras; privación del sueño; permanencia indefinida de la persona en situación incomoda; celdas pequeñas; oscuridad; privación del baño; tendencia a “encapuchar” la mayor parte del tiempo a los presos; asedio sicológico, que es tortura aunque no se traduzca en procedimientos físicos.
Un antiguo recluso que en la actualidad cuenta 39 años ha dicho no haber sido jamás golpeado en la cárcel, pero sostiene haberse hallado al borde de un colapso nervioso: “Fui encarcelado seis veces antes, pero esas experiencias fueron como hoteles de cinco estrellas comparadas con la 1391”.
De conformidad con la publicación, funcionarios israelíes niegan que se torture a los presos en la 1391 o en cualquier otra instalación. Pero Gideón Ezra, exsubdirector del servicio de seguridad SAVAK, de Israel, dice que “la presión sicológica es una de las herramientas más efectivas de los interrogadores en la guerra contra el terrorismo”.
Mustafá Dirán quien estuvo cautivo en el reclusorio tras ser secuestrado en su casa en Líbano por comandos israelíes en 1994, y quién regresó a Líbano hace cinco meses en un intercambio de prisioneros, sostuvo en una entrevista telefónica que fue violado por un soldado y sodomizado por un interrogador. Ha iniciado un proceso contra el Estado, reclamando al menos un millón de dólares como indemnización.
Kroizer, el académico que accidentalmente tropezó con la 1391, ha sido objeto de un inconcebible reclamo, días después de la publicación de su artículo sobre el tema: su editor recibió una llamada del censor militar israelí, “quien quería saber por qué el artículo no fue enviado para inspección”.
Bien podemos abstenernos de comentar estos sucesos, que hablan por sí solos y dejan ver que estamos lejos de lograr en el mundo, especialmente en ciertos regímenes, un mínimo siquiera de vigencia de los conceptos de dignidad de la persona y de intangibilidad de los derechos humanos.