Cuando hay tantos asuntos y tan graves temas por tratar en Colombia, todos los cuales atañen a quienes se han presentado como aspirantes a la Presidencia de la República, en plena campaña esos grandes temas se han perdido de vista. Por lo menos, tenemos la sensación de que los electores no están siendo cabalmente ilustrados acerca de las políticas y los programas que establecerían los candidatos en sus eventuales gobiernos en caso de ser elegidos.
Todo se ha centrado en el tema de la seguridad, pero son muchos los asuntos que no se tratan, y a la mayoría de los aspirantes les aterra presentarse con tesis que los separen de la política seguida por el doctor Uribe.
La verdad es que hay varios temas:
- No hemos visto que se divulgue y se discuta un programa integral y completo de ningún candidato, alusivo a las reformas que demanda la administración de justicia, no solamente en la cúspide -en donde se requieren quizá enmiendas constitucionales- sino en la base misma; en lo relativo a la urgente descongestión; la necesaria eliminación del formalismo; la exigencia de que los jueces cumplan los términos; las políticas aplicables para atacar la corrupción que existe en algunos estrados.
- No hemos visto que en los medios se discuta sobre la política criminal del Estado. Hoy no existe y parece que los candidatos no tienen proyecto alguno al respecto, o que su divulgación no tiene el suficiente “raiting”.
Los debates son “light”, y las preguntas más aplaudidas, por ingeniosas, son las más superficiales.
- Los candidatos en los debates televisados, en vez de ser preguntados acerca de cuánto tiempo se demoran bañándose, a quién quieren más o cuántos pares de zapatos tienen, deberían ser enfrentados con seriedad y con tiempo suficiente a exponer cuáles serían los componentes de su propia visión acerca del país y su problemática.
Es necesario verificar si algún candidato estaría dispuesto a desmontar, al menos parcialmente, el modelo neoliberal que nos asfixia.
Deberían hablar de sus posiciones en relación con la educación pública, el crédito, el petróleo, el café, los problemas del agro, la salud, la educación, el sistema electoral; la urgente recuperación de las garantías laborales de las cuales fueron despojados los trabajadores en 2002; el desempleo; las telecomunicaciones; el ordenamiento territorial; el sistema tributario, para mencionar algunos temas.
Nada de esto hay sobre el tapete, al menos a nivel masivo. Ahora los debates entre candidatos están centrados en la averiguación sobre lo que se dijo o no se dijo en una comida privada.
Requerimos una campaña menos “light”. Más profunda, y más real.