No se necesita ser un experto en análisis político para descubrir que el formidable incremento de la intención de voto a favor del candidato del Partido Verde Antanas Mockus tiene entre sus causas sobresalientes la certidumbre generalizada acerca de la honestidad y transparencia del aspirante y su inquebrantable compromiso con la legalidad.
Esas características deberían constituir el supuesto inicial y necesario para el desempeño de cualquier cargo, con mucha mayor razón si se trata de la jefatura del Estado, pero infortunadamente no se dan silvestres en los tiempos que corren, y en especial durante los últimos años la tendencia ha sido la contraria, dentro del erróneo y peligroso concepto según el cual todo vale cuando se trata de alcanzar finalidades plausibles. La concepción maquiavélica que no tiene escrúpulos porque “el fin justifica los medios”.
Mockus, en cambio, tiene la convicción, expresada en muchas formas, de que al Estado y a la sociedad no les debe ser permitido tomar el camino de la ilegalidad y de las faltas a la ética aunque los propósitos de su acción sean muy buenos. Por eso, no está de acuerdo en que, para luchar contra la guerrilla esté bien invadir territorio extranjero, violando las reglas del Derecho Internacional e irrespetando la soberanía de otro Estado, solamente con el argumento de que en su territorio se ha refugiado un delincuente.
Mockus no acepta tampoco que la aplicación de la Constitución y de la ley sea un asunto negociable. Ni le parece correcto que el gobernante adopte sus decisiones usando ingeniosas fórmulas para eludir las normas que ha jurado cumplir y hacer cumplir. Y no le gusta que los funcionarios estatales les digan mentiras a los gobernados.
Contrasta este criterio con el de otros candidatos que están dispuestos a venderle el alma al diablo con tal de alcanzar sus objetivos. Como lo hemos visto en días recientes, cuando alguno de ellos contrata a un asesor extranjero conocido por recomendar estratagemas, guerra sucia y propaganda negra para ganar elecciones.
Por eso, quien esto escribe confía en que los vientos favorables al cambio que ese talante de Mockus representa sigan soplando con fuerza y logren modificar definitivamente, para bien de la República, la propensión a la ilegalidad que ha venido minando la solidez ética de nuestra sociedad y propiciando las mil formas de corrupción que nos aquejan.