Después de un presidente cauto, serio y prudente –Humberto Sierra Porto-, la Corte Constitucional tiene a uno cuyas características son exactamente las contrarias –Nilson Pinilla-, quien “usa” tan honrosa posición para ventilar en los medios de comunicación sus resentimientos personales y sus inclinaciones políticas, y para meterse en terrenos que no son suyos, como los internos de la Corte Suprema.
Vale la pena recordarle que, como dice el refrán, “el que mucho habla…mucho yerra”. Por eso, a la hora de citar los artículos de la Constitución, se equivoca con frecuencia, y confunde el relativo a la familia –el 5- con el que consagra la soberanía popular –el 3- , que es el que quiere invocar para sustentar en los periódicos sus motivos a favor del referendo reeleccionista. Asunto éste que no debería ser materia de sus especulaciones públicas, ya que de una parte implican su participación en el debate político acerca de si Uribe debe o no ser reelegido, previo un referendo y, de otra, la Corte que él preside debe ocuparse en la revisión de la ley que convoca precisamente ese referendo. Habrá que recusar a Pinilla cuando llegue el momento, por cuanto ya sabemos cómo va a votar, acudiendo a su argumento de que “el pueblo debe ser atendido y se manifiesta por la votación directa, que es un sistema muy superior al sistema de la voluntad popular derivada a través del Congreso”.
Pinilla hace inútiles esfuerzos por no ser calificado de “uribista”, y al negarlo con tanto énfasis resulta enfrascado en una controversia con los periodistas que, definitivamente, no se ve bien en un magistrado, cuya imparcialidad debería surgir espontáneamente de sus actuaciones sin necesidad de estarla proclamando.
A todo lo anterior el doctor Pinilla ha decidido añadir la sindicación irresponsable, a quienes fuimos magistrados de la misma Corporación y que varios años después aspiramos a cargos de elección popular, de haber utilizado nuestros cargos con finalidad política. Que lo pruebe, o que se retracte.
Estamos ante el ejercicio de un derecho de todo ciudadano, y quienes fueron magistrados, al dejar la magistratura, retornan a esa condición, y tienen todos los derechos. Pero Pinilla lo desconoce, y pretende erigirse en el gran censor.
Pues bien, aprovecho la ocasión para anunciar, sin pedirle permiso a Nilson Pinilla, que en las próximas elecciones aspiraré al Senado de la República.