¿ELECCIÓN O PANTOMIMA?
POR JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO
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Dada la coincidencia de los acontecimientos, es necesario distinguir entre la circunstancia del Procurador General -obligado por la Corte Constitucional a rectificar posiciones oficiales suyas acerca del aborto y la píldora del día después- del proceso de elección del nuevo titular de ese Despacho, al cual aspira también el doctor Alejandro Ordóñez mediante la reelección.
Ya se ha dicho suficiente sobre el primer tema, e inclusive ya se ha producido la respuesta pública del Jefe del Ministerio Público a los requerimientos de la Corte Constitucional, para cumplir el fallo. De modo que no me referiré al punto en la presente columna.
En cambio, vale la pena que nos refiramos al segundo asunto -el proceso de elección del Procurador-, pues existen muchas inquietudes, generadas especialmente por la manera como se están aplicando en este caso las normas constitucionales, desvirtuando su sentido, lo que -para preocupación de los demócratas- se está convirtiendo en usual en todos los procesos de elección para las más altas dignidades, cuya degradación en términos de transparencia y objetividad es hoy ostensible.
Ubicados en ese análisis, no falta razón al Procurador Ordóñez, cuando manifiesta que él no puede ser señalado como culpable de ser el único aspirante con miras a la elección en referencia, sobre la cual decidirá -o, en realidad, ya parece haber resuelto- el Senado de la República.
La Corte Suprema de Justicia se apresuró a presentarlo como su candidato, pese a la oposición de muchos sectores, mientras la mora del Presidente de la República y del Consejo de Estado, instituciones que vienen obrando con cálculo político, ha llevado a la curiosa situación de que el Senado -programado desde hace tiempo, también con base en intereses- ya tenga reelegido al Procurador aunque la terna no está conformada. La Constitución dice que el Senado elige “de una terna”, que obviamente debería ser de tres y no de uno, luego se están haciendo las cosas al revés por esa tendencia de las instituciones (incluidas las altas cortes) de postular y escoger a los titulares de los cargos, no por sus hojas de vida sino por las conveniencias menores no exentas de mezquindad.
Lo propio ha ocurrido en recientes procesos de elección, que no han dejado de sorprender.
De suerte que el Procurador está ya prácticamente reelegido.Tiene el camino expedito para continuar en el puesto, aunque el Senado todavía no puede votar por falta de una terna.
Habrá que esperar a que los acuerdos políticos -que no deberían decidir en estas materias- se tramiten y celebren en la Presidencia y en el Consejo de Estado, y a que los llamados a “rellenar” la terna presten sus nombres para colaborar en la pantomima que se viene escenificando.